La Salvación
Las noticias difundidas por la radio son nuevamente muy desalentadoras. Uno se siente tentado a decir: «Si Dios verdaderamente puede todo, ¿por qué hay tantos sufrimientos en el mundo, tanta violencia e injusticia?» ¿Por qué?… Porque Dios respeta la libertad humana, y el hombre usó esa libertad, primero para desobedecerle, y luego, para crucificar a su Enviado: el Príncipe de paz. Fue el hombre quien escogió voluntariamente a Satanás como amo, el que es ahora príncipe de este mundo.
Dios deja actuar libremente al hombre, pero al mismo tiempo llama a cada una de sus criaturas para que se vuelvan a él, se arrepientan y se pongan a cubierto del juicio, confiando en el Crucificado del Calvario. Aunque él quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4), es el hombre quien debe decidir si quiere ser salvo.
Pero los designios del Señor se cumplen, pues su larga paciencia pronto se acabará y todos verán su gran poder: por un lado, para liberar a los suyos; por otro, para juzgar a los que le rechazaron.
La creación, ¿no es una prueba del poder de Dios y la cruz una muestra de su amor? Por eso cada mañana el creyente puede decir a Dios todo lo que le preocupa, y esperar en él. Nuestras penas profundas y grandes preocupaciones están a su cuidado, así como también los pequeños problemas que se nos presentan a diario.
— Ahora que te conozco permaneceré en ti siempre y tu en mi
—
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