Si sientes que tu actitud no ha sido del todo buena, ¿quién soy yo para juzgarte?
Si sientes que tu actitud ha sido recta, ¿quién soy yo para valorarte?
Es tu responsabilidad creer en ti, y si tu proceder no ha sido bueno es tu trabajo remediarlo.
¡Qué importa lo que los demas piensen si no saben lo que tú sientes!
¡Cuánto valor para hacerlo! ¡y cuánto gusto nos causa!
El orgullo nos atrapa las palabras que se niegan a salir de nuestras bocas, pero hay otra opción que está en nuestras manos que saben decir también cosas provenientes del corazon por medio de la escritura, no las estrujemos y dejémoslas libres para decir lo que la boca no nos deja decir.
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