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El Gobierno de la Ira y sus Consecuencias

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Fue una locura fruto la desesperación, coincidieron en asegurar el médico que lo atendió en el hospital siquiátrico y un sicólogo que hizo la primera evaluación, en un consultorio grande, de ventanas gigantescas guardadas por barrotes y paredes desconchadas que revelaban la condición antigua del lugar. Jorge Antonio hablaba incoherencias. Era reiterativo en una sola frase: "No quería quitarles la vida. No se por qué actué de esa manera".

La tragedia comenzó horas antes cuando, acosado por los celos, hizo la reclamación a su esposa, palabras que pronto se convirtieron en gritos y terminaron en un forcejeo, mientras que en un rincón de la humilde habitación, su hijita de dos años lloraba sin cesar.

Los minutos se alargaron. No encontraban salida al laberinto en el que se había convertido la discusión. En un rapto de irracionalidad, Jorge Antonio descargó los proyectiles de un arma sobre la mujer. Acto seguido buscó en la alacena un frasco con cianuro para darle a la bebita y el líquido restante lo ingirió.

Los vecinos golpeaban la puerta. Ante el silencio, decidieron derribarla. Jorge Antonio se salvó. Pasará el resto de su vida en la cárcel. Y en la celda no dejará de repetir, como lo hizo ante los facultativos que le atendieron, "No quería quitarles la vida. No se por qué actué de esa manera".

La ira destruye, ciega, nos lleva a obrar sin pensar. Además de herir física y emocionalmente a nuestro prójimo, desencadena consecuencias impredecibles. La ira no agrada a Dios y no está bien que tome fuerza en los cristianos.

El apóstol Pablo escribió a los creyentes de Éfeso: "Antes vivían pecando, igual que todo el mundo, y se dejaban guiar por el que gobierna las fuerzas de la maldad que están en el aire y que todavía actúa por medio de los que desobedecen a Dios. Antes todos nosotros vivíamos así. Nuestra forma de vida era complacer los deseos de la naturaleza humana. Pero ahora, unidos a Cristo ya no están lejos de Dios porque la muerte de Cristo los acercó a Dios. " (Efesios 2:3, 4, 13).

Es cierto que las emociones descontroladas quieren gobernarnos. Y producto de permitir que nos rijan, cometemos locuras. Por esa razón es necesario que Cristo tome todo el control de nuestro ser y nos permita dar pasos sólidos hacia el cambio personal, y el crecimiento espiritual. ¡Usted puede ser diferente! Con la ayuda de Dios, ¡Nada es imposible!

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