Devocional Cristiano – SATISFACCIONES MOMENTANEAS

SATISFACCIONES MOMENTANEAS

 

«No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré dice el Señor» (Romanos 12:19)

Se le iba a practicar una cirugía menor.  Era un simple arreglo del menisco que Paolo se había lesionado durante un juego de fútbol.  Su padre, Salvatore Santarsiero, de Potenza, Italia, dio permiso para que él, como menor de edad, fuera anestesiado e intervenido.

«Media hora —dijo el anestesista, Vito Onofrio—.  Media hora escasa es todo lo que necesitamos.» Pero algo falló en la anestesia, y Paolo, que tenía catorce años, no recobró el conocimiento.  Pasó un mes, pasó un año, y el muchacho continuaba como una larva humana.  Sus padres lo llevaron a Austria.  Allí no pudieron hacer nada por él.  El cerebro de su hijo estaba definitivamente muerto.

Entonces Salvatore decidió hacer justicia por su propia mano.  Buscó al anestesista y lo mató de siete tiros en la cabeza.  La venganza deja amargos resultados y nunca acaba con la ira.  Desquitarse de la ofensa de un enemigo tal vez proporcione una satisfacción momentánea, pero no deja de ser una satisfacción mórbida, sensual, enfermiza y efímera.

La primera reacción de una persona que se siente ofendida es buscar venganza.  El ser humano que obedece a sus instintos primitivos se rebaja.  Pasa de su categoría del ser más elevado de la creación a convertirse en fiera.

La venganza es como un bumerán, que se devuelve produciendo mayor daño en el vengador que en el objeto de su venganza.  Tal fue el caso de Salvatore Santarsiero.  Mató al anestesista, pero él fue condenado a cadena perpetua.

¿Cómo podemos curarnos de esa pasión destructiva?  Con madurez, tolerancia, amor, comprensión y generosidad.  Esas virtudes no nacen por sí solas en el corazón humano.  Deben ser cultivadas.  Como ejemplo tenemos a Jesucristo, Maestro Supremo de la humanidad, que dijo de quienes lo crucificaban: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34)

Cuando Cristo es el Señor y Maestro de nuestra vida, nos libra de toda pasión violenta y todo deseo de venganza.  Él cambia el corazón y regenera el alma.  (Enviado por Linda Miranda)

Hermano mío(a), es mejor dejar al Señor toda venganza, mejor adore al Señor y perdone.

ORACIÓN:

Señor perdono a mi ofensor, que tu justicia y misericordia sea sobre él.

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