Un Mensaje a la Conciencia – El alma de Garibay


Un Mensaje a la Conciencia

 

31 oct 07

de nuestro puño y letra
EL ALMA DE GARIBAY
por Carlos Rey

Esteban Garibay y Zamalloa fue un eminente historiador vascongado, a quien Felipe II, rey de España, llamó a Valladolid para que ocupara los cargos de bibliotecario de cámara y cronista del reino. Falleció en 1599, habiéndose distinguido con muchos méritos en esa labor historiográfica. Después de su muerte, el caserón en que había vivido permaneció cerrado durante muchos años, al cabo de los cuales una familia forastera quiso alojarse allí. La familia optó por no hacerlo, porque corría el rumor de que por las noches el caserón se poblaba de misteriosos ruidos, producidos por el alma errabunda del último residente, el ilustre Garibay, quien —decía la gente— no hallaba reposo ni en el cielo ni en el infierno. Debido a esto, nadie se atrevió a ocupar aquel inmueble. Con el tiempo la leyenda tomó la forma de refrán alusivo a todo el que, indeciso o intranquilo, ni hace ni deshace, ni toma partido por nada: «Como el alma de Garibay, que no la quiso ni Dios ni el diablo.» 1

A los que piensan que podemos optar por no decidirnos se les llama agnósticos. Creen que no es posible saber lo necesario, debido a que el ser humano es incapaz de entender ninguna noción de lo absoluto, tal como Dios, el cielo y el infierno. No son ateos, porque creen que es posible que haya Dios. Sin convicción alguna concluyen: «Tal vez a lo mejor hasta de pronto lo más posible es que ¿quién sabe?»

Esa indecisión los lleva primero a la intranquilidad por no haber experimentado la paz de Dios, y por último a la condenación eterna por no haber hecho las paces con Dios. Pero no es porque no los quiera ni Dios ni el diablo. Al contrario, ambos tienen sumo interés en nuestra alma. La experiencia de Job comprueba que el diablo se interesa por las personas, ¡por quitarles lo más preciado! Pero así como el diablo, que está interesado en nuestro malestar eterno, nos tienta a hacer el mal, Dios, que está interesado en nuestro bienestar eterno, nos impulsa a hacer el bien. Los dos se esfuerzan por conseguir que les sirvamos, pues saben que al que no servimos, rechazamos.

Ya que es necesario decidirnos entre Dios y el diablo, ¿por qué no escoger a Diosí San Pablo le dijo a Timoteo: «Dios nuestro Salvador … quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.» 2 En otras palabras, Dios quiere a toda alma —¡incluso la de Garibay!— y quiere que todas hallen reposo en el cielo, ¡incluso la nuestra! Si nos decidimos por Él, su Espíritu ocupará la casa que es nuestro corazón, y nos dará paz y tranquilidad eternas.


1 Luis Junceda, Del dicho al hecho (Barcelona: Ediciones Obelisco, 1991), p. 58.
2 1Ti 2:3-4

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