Articulos Cristianos – Desanimas o Animas Con tus Comentarios

Usted, ¿Anima o Desanima?


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"¡Fortaleced las manos débiles y afianzad las rodillas vacilantes! Decid a los de corazón apocado: Valor, esforzaos y no temáis; he aquí que nuestro Dios os salvará" (Isaías 35:3).


Uno de los grandes males que podemos hacer hablando, y generalmente no creemos que esto sea tan nocivo, es desanimar a las personas que están entusiasmadas con un buen plan, quitarle el entusiasmo o la visión a quien luce resuelto a hacer una buena obra. ¡Cuántas veces habremos sido instrumentos en manos del diablo para desanimar a nuestros hijos, a nuestro cónyuge o a nuestros amigos!

Cuenta una historia que un hombre y su esposa paseaban por el campo montados en una de esas bicicletas que tienen dos asientos. Él iba adelante y ella detrás. Al llegar a una parte empinada del camino tomaron impulso para subir la cuesta. Fueron varios minutos de intenso esfuerzo y, cuando por fin lograron llegar a la cima y se bajaron agotados de la bicicleta, el hombre, pasándose el pañuelo por la frente y exhalando un suspiro, dijo:

-Después de todo, no resultó tan difícil como parecía.

Y la esposa dijo:

-¡Y eso que yo venía frenando!Esto es lo que ocurre en muchas familias, en muchas iglesias y en muchas empresas, que mientras unos van pedaleando con todas sus fuerzas, hay otros que con su manera de actuar o de hablar, vienen frenando los trabajos.

Las palabras tienen el poder de destruir o sanar; son sagradas y pueden aliviar, pero son también como granadas de mano: si se las trata con descuido, suelen estallar. Por eso, una sola palabra, puede darnos mucho y puede quitarnos todo, puede construir o destruir.

Con nuestras palabras insensatas, maliciosas, incendiarias y cargadas de fanatismo podemos avivar el furor, el rencor, el resentimiento de unos hombres contra otros y así frenar la vida.

Pero con nuestras palabras sabias, mesuradas, pacíficas, ungidas, podemos desarmar a los hombres, aplacar su ira, quitar los odios, la mala voluntad y la prevención que algunos puedan tener contra otros y así empujamos las buenas causas.

La palabra es la fuerza más poderosa del mundo. Palabras positivas de amor, esperanza y estímulo pueden llevar a las personas a nuevas alturas. Palabras de frustración, odio y vulgaridad pueden perjudicar enormemente a un ser humano. La lengua es como el bisturí del cirujano:

 Puede dar vida, si es manejado por un profesional, o puede dar muerte, si quien lo utiliza es un loco o un criminal, ¡mucho cuidado con lo que dice!

La lengua puede romper un matrimonio o edificarlo, puede hacer de su hogar un paraíso o un infierno; puede atraer el afecto de sus hijos o alejarlos con disgustos; puede hacer amigos o perderlos; puede defender una buena causa o hacer que una mala causa salga triunfante.

 Puede levantar una iglesia o derrumbarla; puede atraer gente a Cristo o alejarlos de él; puede salvar a probables suicidas o puede empujar a la gente a su propia destrucción. Puede honrar a Dios o mal decirle.

¡Cuánto duele oír palabras duras, de ingratitud, proferidas por labios de personas que amamos! ¡No haga eso! Procure comprender a sus seres queridos. No maltrate a los que lo benefician porque usted sabe como sufre uno cuando le hacen eso.

Jamás pronuncie palabras que desanimen a su compañero en el camino del bien. No eche sobre los demás el veneno que haya penetrado en su alma. Si tiene alguna decepción, diga que está sufriendo, pero no desaliente a los demás. El desaliento es un veneno.

¡No envenene a sus amigos con él! Dé les alegría, el mejor remedio para los hombres, capaz de curar todas las heridas.

¿Está usted dando vida o muerte con sus palabrasí ¿Está ayudando a extinguir los males del mundo o está agravando esos males con palabras inoportunasí

 Que sus palabras sean limpias, santificadas, vivificadoras. Diga solamente palabras de vida, de bondad, de dulzura, de belleza, de bendición, de pureza, de alegría y de ánimo.

Las palabras de amor, de ternura y de caridad santifican nuestra influencia sobre los demás. Pero esas palabras no salen de nuestra boca sin más ni más, son el producto de un corazón lleno de Dios.

Si usted se entrega al Señor Jesús, él lo hará una nueva criatura, él ennoblecerá sus sentimientos, cambiará sus pensamientos y entonces sus palabras serán un manantial de vida. Usted no puede dar lo que no tiene.

Permita que Cristo cambie su corazón, cultive el jardín de su alma para que pueda producir únicamente flores puras, bellas y fragantes, para que puedan fluir esas palabras sabias y prudentes que producen ánimo.

 

"Nunca diga a un joven que algo no se puede hacer. Tal vez Dios ha estado esperando durante siglos la aparición de alguien lo suficientemente ignorante acerca de lo imposible para que haga precisamente eso".


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