Articulos Cristianos – La ilusión del movimiento continuo

La ilusión del movimiento continuo


Corría el siglo XVII cuando el Marqués de Worchester estaba preso en la Torre de Londres. Como era un hombre inteligente, ideó un curioso aparato y solicitó una audiencia con el rey.

Cuando estuvo ante el soberano, reveló su invención: una rueda con movimiento automático incesante. Su Majestad se admiró tanto que decidió liberar al prisionero. En ese momento no sospechó que el marqués simplemente había simulado un mecanismo de movimiento continuo.

Durante al menos 1500 años varios trataron de diseñar y crear el primer dispositivo del mundo con movimiento permanente. Durante la época de oro del movimiento continuo en el Reino Unido (desde alrededor de 1850 hasta fin de siglo), se concedieron cerca de 600 patentes para tales invenciones. Esos dispositivos por cierto parecían grandiosos en el papel y en la teoría, pero cuando se construían no funcionaban.

Los defensores del movimiento continuo aún se niegan a admitir el hecho de que es imposible quebrantar las leyes de la termodinámica. El único éxito de ese movimiento continuo está en el constante rediseño de máquinas que hace varias generaciones demostraron ser fracasos.

De la misma manera, en su intento por lograr lo imposible hombres y mujeres de nuestro tiempo ignoran las indiscutibles

declaraciones de la Escritura. Inútilmente quieren obtener la vida eterna y el favor de Dios por medio de sus buenas obras. Sin embargo, la salvación no se alcanza por los méritos de nuestros logros sino por la expiación perfecta de Cristo en la cruz por nuestros pecados. Sólo podemos recibir la seguridad de pecados perdonados y vida eterna cuando entregamos nuestra vida a El.

La salvación por obras es, en cierto modo, algo así como el intento del movimiento continuo. Nunca ha de funcionar. En Romanos 3:23 leemos que "todos hemos pecado; ninguno de nosotros alcanza el ideal divino" (BD). A pesar de lo mucho que lo intentemos, no podremos alcanzar la medida perfecta requerida por Dios para que alguien sea digno de estar en su presencia. De modo que la salvación nunca ocurre en base a lo que hacemos sino por la misericordia infinita de Dios.

Cierta vez una madre se acercó a Napoleón rogándole perdón para su hijo. El emperador replicó que el joven había cometido la ofensa dos veces y la justicia demandaba la muerte.

–Pero yo no pido justicia–explicó la madre–. Yo pido misericordia.

–Tu hijo no merece misericordia, mujer–replicó Napoleón.

–Señor–contestó la mujer llorando–, no sería misericordia si la mereciera; y lo que pido es justamente lo que no merece.

–De acuerdo–respondió el emperador–, tendré misericordia–. Y perdonó la vida del joven.

Cristianos no son aquellos que ganan el favor de Dios porque son "buenos". Cristianos son quienes reciben la misericordia de Dios. El nos dio la salvación "no porque fuéramos tan buenos que la mereciéramos, sino porque en su bondad y en su misericordia nos lavó los pecados y nos dio una nueva vida por medio del Espíritu Santo" (Tito 3:5 BD). Gracias a Dios, sólo una vez necesitamos pedirle que nos dé Su regalo de salvación.

Así como la salvación no se obtiene por lo que hacemos, tampoco se mantiene por nuestras buenas obras. Nuestra salvación tiene como fundamento las seguras promesas de Dios. Cristo mismo ha prometido: "Cualquiera que cree mi mensaje y cree en Dios que me envió, tiene vida eterna, y nunca recibirá condenación por sus pecados, porque ha pasado de la muerte a la vida" (Juan 5:24 BD).

Todo los esfuerzos denodados del mundo, no importa cuán ingeniosos parezcan, no podrán salvar a un solo individuo. (De la misma manera que todos los esfuerzos no podrán producir ese mecanismo de movimiento automático permanente.) Y todo el rugido del infierno no podrá cambiar la certeza de la salvación de Dios una vez que la recibimos.

Demos gracias a Dios por el grandioso don de la salvación en Cristo, y por la seguridad de que nada nos podrá apartar del amor divino que es en Cristo Jesús (Romanos 8:38-39).

Luis Palau


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