Promesas Bíblicas: Remordimiento

REMORDIMIENTO EN LA BIBLIA: PROMESAS DE DIOS

1 JUAN 1:9

9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Génesis 4:6,7
[Caín se enojó muchísimo con su hermano Abel. El Señor lo animó a arrepentirse para ser aceptado, y le advirtió que el pecado lo estaba acechando:] El Señor le dijo: «¿Por qué te enojas y pones tan mala cara? 7 Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara; pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él».

Salmo 130:3,4
Señor, si Tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer? 4 Pero en Ti hay perdón, para que seas temido.

Ezequiel 18:21–23
«Si el impío se aparta de todos los pecados que ha cometido, guarda todos Mis estatutos y practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá, no morirá. 22 Ninguna de las transgresiones que ha cometido le serán recordadas; por la justicia que ha practicado, vivirá. 23 ¿Acaso me complazco Yo en la muerte del impío —declara el Señor Dios—, y no en que se aparte de sus caminos y viva?» (V. también Ezequiel 33:10,11.)

1 Corintios 11:31,32
Si, pues, nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32 pero siendo juzgados, somos castigados por el Señor para que no seamos condenados con el mundo.

2 Corintios 7:10
La tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.

Apocalipsis 12:10
Oí una gran voz en el cielo, que decía: «Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos [el diablo], el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche».

2. Debemos limpiar nuestra conciencia confesando nuestros pecados

2 Samuel 24:10
Después que David contó el pueblo [lo cual Dios le había dicho que no hiciera], le pesó en su corazón. Y David dijo al Señor: «He pecado en gran manera por lo que he hecho. Pero ahora, oh Señor, te ruego que quites la iniquidad de Tu siervo, porque he obrado muy neciamente».

Job 34:31,32
De seguro conviene decirle a Dios: «Ya he llevado el castigo; no volveré a ofender. 32 Enséñame Tú lo que yo no veo; y si hice mal, no lo haré más».

Salmo 32:3–5
Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día, 4 pues de día y de noche Tu mano pesaba sobre mí. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía decaer. 5 Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y Tú, Señor, los perdonaste.

Salmo 34:18
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos [los arrepentidos] de espíritu. (V. también Salmo 51:17.)

Salmo 38:4,6,9,18
Mis maldades me tienen abrumado; son una carga que no puedo soportar. 6 Todo el día ando triste, cabizbajo y deprimido. 9Señor, Tú conoces todos mis deseos, ¡mis suspiros no son un secreto para Ti! 18 ¡Voy a confesar mis pecados, pues me llenan de inquietud!

Salmo 51:3,10
Reconozco mis rebeliones; y mi pecado está siempre delante de mí. 10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí.

Salmo 73:21–23
Se llenó de amargura mi alma y en mi corazón sentía punzadas. 22 Tan torpe era yo, que no entendía; ¡era como una bestia delante de Ti! 23 Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha.

Proverbios 28:13
El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona hallará misericordia.

Isaías 55:6,7
Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo, llámenlo mientras está cerca. 7 Que el malvado deje su camino, que el perverso deje sus ideas; vuélvanse al Señor, y Él tendrá compasión de ustedes; vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar.

Jeremías 3:12,13
«Soy misericordioso —declara el Señor—; no guardaré rencor para siempre. 13 Solo reconoce tu iniquidad, pues contra el Señor tu Dios te has rebelado».

Jeremías 4:14
Lava de la malicia tu corazón, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo dejarás estar en medio de ti los pensamientos de iniquidad? (V. también Jeremías 18:8.)

2 Corintios 7:11
Miren, ¡qué solicitud ha producido esto en ustedes, esta tristeza piadosa, qué vindicación de ustedes mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto, qué celo, qué castigo del mal! En todo han demostrado ser inocentes en el asunto. (V. los versículos 8–11 del mismo capítulo; 2 Crónicas 7:14.)

3. Aceptemos por fe que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado

Juan 3:17,18
No envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. 18 El que en Él cree, no es condenado.

Juan 5:24
El que oye Mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.

1 Juan 1:7,9
La sangre de Jesucristo, Su Hijo, nos limpia de todo pecado. 9 Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

4. Una vez que hemos confesado nuestros pecados y nos hemos arrepentido, Dios no se acuerda de ellos, y nosotros tampoco debemos hacerlo

Salmo 103:9–13
No nos reprende en todo tiempo ni Su rencor es eterno; 10 no nos ha dado el pago que merecen nuestras maldades y pecados; 11tan inmenso es Su amor por los que lo honran como inmenso es el cielo sobre la tierra. 12 Nuestros pecados ha alejado de nosotros, como ha alejado el oriente del occidente. 13 El Señor es, con los que lo honran, tan tierno como un padre con sus hijos.

Isaías 44:22
He disipado como una densa nube tus transgresiones, y como espesa niebla tus pecados. Vuélvete a Mí, porque Yo te he redimido.

Jeremías 31:34
Yo les perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. Yo, el Señor, lo afirmo. (V. también Hebreos 8:12; 10:17.)

Romanos 8:1
Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al espíritu. (V. también Romanos 5:1.)

1 Juan 3:19–21
En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él 20 en cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene. Porque Dios es mayor que nuestro corazón y Él sabe todas las cosas. 21 Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios.

5. No debemos condenarnos a nosotros mismos aunque nos parezca que los demás no han olvidado ni perdonado lo que hicimos

Isaías 50:9
El Señor es quien me ayuda; ¿quién podrá condenarme?

Romanos 8:33,34
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Romanos 14:4
¿Quién eres tú para juzgar al criado de otro? Para su propio amo está en pie o cae. En pie se mantendrá, porque poderoso es el Señor para sostenerlo en pie.

6. El remordimiento persistente no da buen fruto. Debemos reconocer nuestros pecados, aceptar el perdón de Dios y luego seguir honrándolo y glorificándolo con nuestra vida

Salmo 51:12,13
Hazme sentir de nuevo el gozo de Tu salvación; sostenme con Tu espíritu generoso, 13 para que yo enseñe a los rebeldes Tus caminos y los pecadores se vuelvan a Ti.

Juan 8:11
[Jesús dice a la adúltera:] Ni Yo te condeno; vete, y no peques más.

2 Corintios 2:7,8
[Debemos perdonar a los demás a fin de que no los acose el remordimiento.] Ustedes más bien debieran perdonarlo y consolarlo, no sea que en alguna manera este sea abrumado por tanta tristeza. 8 Por lo cual les ruego que reafirmen su amor hacia él.

Filipenses 3:13,14
Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Hebreos 12:11–13
Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia. 12 Por tanto, fortalezcan las manos débiles y las rodillas que flaquean, 13 y hagan sendas derechas para sus pies, para que la pierna coja no se descoyunte, sino que se sane.


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