Un Mensaje a la Conciencia – LA CUMBRE MÁS ALTA DE LA VIDA

Un Mensaje a la Conciencia

11 ene 08

LA CUMBRE MÁS ALTA DE LA VIDA
por Carlos Rey

Menos de cincuenta alpinistas habían logrado escalar «las siete cumbres», es decir, la cumbre más alta de cada uno de los siete continentes del mundo. Por eso es tan sobresaliente que el primero en lograr esta hazaña fuera el empresario norteamericano Dick Bass, que a los cincuenta y cinco años de vida batió récord también como el hombre de mayor edad que hasta entonces escalara el monte Everest. Llegó a la cumbre de esa montaña, la más alta del mundo, el 30 de abril de 1985. Las siete cumbres, en orden descendente, son la del monte Everest en Asia, de 8.848 metros; la del Aconcagua en Suramérica, de 6.960 metros; la del MacKinley en Norteamérica, de 6.194 metros; la del Kilimanjaro en África, de 5.895 metros; la del Elbruz en Europa, de 5.642 metros; la del Vinson Massif en la Antártida, de 4.897 metros; y la cumbre del monte Kosciusko en Australia, de 2.228 metros de altura.

Siempre satisface alcanzar cumbres en la vida. ¿Quién no desea alcanzar la suya? A pocos les satisface quedarse en el llano, en el valle, limitándose a contemplar cómo suben los demás mientras ellos se quedan siempre a ras de tierra, hacinados con los fracasados y tragando polvo. Querer escalar y llegar a una alta cima es noble y encomiable deseo. A fin de cuentas el hombre, creado a la imagen de Dios, es un ser que camina derecho, con los ojos en lo más alto de la cabeza para poder mirar lejos y mirar a lo alto.

Lo que nos separa a unos de otros son las cumbres que optamos por escalar. La primera cumbre que escogió Dick Bass fue la de su propio continente, la del MacKinley, y logró escalarla. Por último decidió escalar la más alta, la del Everest, y la coronó también. Y consiguió todo eso sin haberse formado como alpinista, sino a base de un empeño constante y una determinación tan inconmovible como las montañas mismas.

Hay quienes buscan la cumbre de la riqueza. Otros escogen la cumbre de la ciencia. Otros, con inclinaciones místicas, optan por la cumbre de la religión. Otros aspiran a las cumbres del arte, del deporte o de la política. Para cada uno, la cumbre que escoge tiene un atractivo sin igual. Pero ¿quiénes buscan la cumbre de la santidad? ¡Si hasta parece ridículo hacer esta pregunta en un mundo plagado de materialismo y vanidad!

Sin embargo, y aunque no parezca posible, la santidad es la mayor cumbre de todas. Es la cima más excelente, la única que puede llevarnos a nuestra plena realización. De los que han buscado esta cumbre, muchos han fracasado en su empeño por haberse desviado del camino.

Esa cumbre de la santidad es Cristo, la santidad personificada. Para llegar a ella, debemos seguir el camino sin desviarnos. Pero a fin de no desviarnos, es imprescindible que la escalemos con la mirada en Cristo.


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