Jesus viene de lo Alto y es nuestra salvacion

Jesús viene de lo Alto y es nuestra salvación



Muchas veces caeremos en tentación mientras vamos como peregrinos por este mundo, encaminándonos en medio de pruebas y tentaciones hacia la Patria eterna. En algunas ocasiones nuestras caídas llegarán incluso a causar grandes estragos en nosotros o en aquellos con quienes nos relacionamos en la vida. Pero los que seamos mordidos por la maldad, los que caigamos en tentación, tendremos siempre la oportunidad de arrepentirnos y volver la mirada hacia Aquel que nos perdona, y que nos libra de la muerte eterna, pues Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Él nos contempla siempre con gran amor y misericordia, pues somos sus hijos y jamás rechaza la obra de sus manos.


Señor, escucha mi oración, permite que mi grito llegue a ti. No escondas de mí tu rostro cuando me encuentre angustiado; dígnate escucharme, respóndeme pronto cuando te llame. Pues mi vida se acaba como el humo, mis huesos arden como brasas, mi corazón está decaído [Salmo 102,1 – 4]

Cuando lo invocamos Él nos escucha y nos libra de la mano de nuestros enemigos. Dios no quiere que vivamos en la desgracia, y cuando los muros de nuestra vida parecieran derrumbarse, Él acude a nosotros para sostenernos, para reedificarnos, para librarnos de la desgracia. Por eso quienes hemos sido hechos partícipes de su misma vida, debemos ser también un signo del amor protector y misericordioso de Dios para los demás.

Mis días pasan como una sombra; me voy marchitando como la hierba. Pero tú, Señor, reinas por siempre; tu nombre será siempre recordado [Salmo 102,11 – 12]

Dios está en medio de nosotros como poderoso Salvador. Jesús, el Hijo del hombre, nos reveló que es YO SOY [Juan 8,24.28; 13,19; 18,5-6] que seguía viviendo y actuando en la dimensión eterna. Él es el testigo fiel que nos ha hablado de las cosas del Padre, y lo ha hecho no sólo con sus palabras, sino también con sus obras, con sus actitudes y con su vida misma. Levantado en alto, glorificado por el Padre Dios, se ha convertido en ocasión de salvación para todos los que lo reciban, pues a ellos les ha dado el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Que esto quede escrito para las generaciones futuras, para que alaben al Señor los que aún han de nacer. El Señor miró la tierra desde el cielo, desde su santa altura, para atender los lamentos de los prisioneros y libertar a los condenados a muerte [Salmo 102,18 – 20]

No seamos ocasión de pecado, de escándalo, ni de destrucción de la conciencia de nuestro prójimo. Dios nos contempla con amor y nos tiende la mano en nuestras necesidades. Vayamos y hagamos nosotros lo mismo con nuestro prójimo, de modo de reflejar su luz y su vida. Pongamos en Él nuestra existencia, dejémonos amar y perdonar por Él. Entonces, aún siendo peregrinos por este mundo hacia la Patria eterna, viviremos ya dentro de su Reino de amor, de santidad, de justicia y de paz.

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