Mensaje a la Conciencia – «DEBAJO DE LAS CENIZAS ARDEN LAS BRASAS»

«DEBAJO DE LAS CENIZAS ARDEN LAS BRASAS»
por el Hermano Pablo

Faye McDonald, viuda de sesenta y dos años de edad, se dispuso a limpiar el desván de su casa. Removió trastos viejos, desempolvó antiguas fotografías, y retiró objetos que guardaba por sentimiento. Entre cajas llenas de polvo, halló un anillo: un anillo con un diamante. El anillo trajo a su corazón emociones muy profundas porque era su anillo de compromiso con su primer amor, el novio con el que no llegó a casarse.

Tras muchas llamadas telefónicas, Faye localizó a su ex novio, Charlie Talbott. Como éste estaba viudo también, y nunca había olvidado a Faye, decidieron pulir de nuevo el viejo anillo y marchar juntos al altar.

El pueblo siempre expresa profundas verdades con sus clásicos dichos, tales como: «Debajo de las cenizas siguen ardiendo las brasas.»

Faye McDonald y Charlie Talbott se unieron en matrimonio después de treinta y seis años de andar los dos por diferentes caminos. Él y ella, después de su romance no cumplido, se habían casado con otra persona. Quizá en sus momentos de soledad soñaron con aquel noviazgo frustrado.

Pero los giros de la vida traen sus sorpresas imprevistas, y Faye perdió a su esposo, y Charlie perdió a su esposa, y Faye encontró el viejo anillo, y el antiguo romance revivió, y una vieja relación renació. Extendiendo un poco la aplicación, ¿acaso no habrá ocurrido lo mismo en nuestra relación con Diosí

Muchos de nosotros, en tiempos pasados, tuvimos experiencias espirituales que nos conmovieron profundamente. Hablábamos de Dios, íbamos a la iglesia, y por momentos sentíamos la euforia de su divina presencia.

Pero la vida tiene su forma de alterar las cosas, y lo que en un tiempo fue trascendental perdió su importancia, y Dios se vio relegado a un rincón de nuestras actividades. Por momentos recordamos esas emociones, pero rápidamente, impulsados por las faenas de la vida, aquello pierde su significado y, sin darnos cuenta, cubrimos de polvo el tesoro más grande de nuestra vida.

Hoy, este día, esta hora, este instante, Dios está trayendo a nuestra memoria aquella dulce relación que en un tiempo tuvimos con Él, y nos está llamando a regresar. Quizá «debajo de las cenizas sigan ardiendo las brasas».

No desatendamos esos impulsos. No desoigamos la voz de Dios. No rechacemos su romance divino. Él quiere reanudar esa relación. Volvámonos a Dios. Su amistad es fuerte, su devoción, pura, y su amor, seguro. Volvámonos hoy a Dios.

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