Cuando el grande estadista de la Inglaterra victoriana, Benjamin Disraeli, intentó hablar en el Parlamento por la primera vez, miembros lo abuchearon y se rieron cuando él dijo: «Yo me siento ahora, pero llegará el tiempo cuando ustedes oirán hablar de mí». Albert Einstein no consiguió pasar en los exámenes de entrada de la universidad en su primera tentativa. Thomas Edison gastó dos millones de dólares en una invención que probó ser de poco valor. Muy pocos consiguen éxito en su primera vez.
Fracasos, fracasos repetidos, son impresiones digitales en la carretera que lleva al éxito. La vida de Abraham Lincoln pudo demostrar que la única vez que usted no fallo es la última vez que usted intenta algo y funciona. El camino para la victoria puede estar colmado de «fracasos».
Muchas veces pasamos los días a murmurar por la falta de suerte o por nuestra aparente incompetencia para las grandes conquistas. Intentamos e intentamos y parece que nada da cierto. La frustración nos asuela, los chascos se acumulan, parece que todo el mundo se ríe de nuestros fracasos.
Pero hay alguien que está a nuestro lado y nos incentiva a proseguir. Alguien que nos ama y jamás dejará de confiar en nosotros. Alguien que sabe que cada tropezón y cada fallo significan un aprendizaje a más en la busca por la victoria.
Alguien que ve en todos los momentos malos los primeros pasos para la conquista de nuestra felicidad. Ése alguien es el Señor Jesus y Él todo hará para que usted alcance sus propósitos.
Los personajes de nuestra ilustración vencieron con destaque sus fracasos. Usted también vencerá.
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