Qué más Dios espera de nosotros, Sus hijos, es una vida santa y dedicada. Él nos salvó, nos recibió de brazos abertos, perdonó todos nuestros pecados y nos preparó para vivir de manera abundante. Él nos amó mismo siendo nosotros infieles y rebeldes. Cuida a nosotros como la joya más preciosa de este mundo. Él nos confió la tarea que los ángeles anhelaban realizar — llevar la Palabra de transformación para todos los que, lejos de él, caminan sin rumbo y sin perspectiva de llegar a lugar alguno.
Nuestra palabra puede ser firme y elocuente. Puede ser cariñosa y llena de ternura. Puede alegrar el corazón de una persona aflijida y fortalecer los cansados y decepcionados con las luchas del camino. Pero nuestro principal sermón consiste en vivir de acuerdo con las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Es a través del brillo de una vida transformada que muchos hallarán el Camino por el cual buscan por toda su vida.
Una palabra de amor trae regocijo al angustiado, una actitud de amor le asegura que la victoria luego vendrá. Una palabra suave calmará al oprimido, pero una vida llena de paz lo libertará. Una palabra de fe renovará el abatido, pero una vida confiante le hará ver a Dios.
El Señor es Santo. Nuestra vida necesita ser Santa. Así agradaremos al Señor, seremos felices y mostraremos el camino de la vida eterna a nuestros amigos.
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