Devocionales – AMIGO, GUÍA Y PADRINO

 

AMIGO, GUÍA Y PADRINO
por el Hermano Pablo
 

Peter estaba feliz ese día. Iba a ser padrino de bodas de Andrés Miles, su mejor amigo. Peter lucía en el cuello una hermosa corbata roja de lazo, algo que nunca había usado en toda su vida. Además, iba él a llevar los anillos de boda. Era un gran privilegio, un gran honor, una gran satisfacción.

Así que Peter entró al registro civil acompañando a su amigo Andrés y a la novia de éste, Wendy, y estuvo presente en todos los detalles del registro. Pero había un problema. Durante la ceremonia, Peter no pudo pararse junto a su amigo mientras éste pronunciaba los votos nupciales.

¿Cuál era el problema? Peter, a pesar de ser bueno, de ser fiel, de ser honrado y de ser limpio, y hasta de ser el mejor amigo del novio, no era más que un perro. Pero era un perro extraordinario. Era el perro guía de Andrés, que era ciego.

«Él me ayudó a conseguir la novia que tengo —explicó Andrés—. Por eso quiero que sea mi padrino.»

He aquí un caso lleno de calor humano, aunque uno de los protagonistas sea un perro: Andrés Miles, de veintiocho años de edad, de Houston, Texas, ciego, con su mejor amigo, un perro labrador de dos años, llamado Peter.

Peter lo guiaba a todas partes, lo ayudaba, lo cuidaba, lo protegía. Por cierto, Peter le ayudó a conseguir el amor de Wendy Screaton, la novia que llegó a ser su esposa. Cuando las bodas se celebraron, Andrés no encontró mejor padrino que Peter. Así que Peter llevó en sus dientes los anillos de boda. ¡Lugar más seguro no podía haber!

Todos necesitamos tener un amigo en la vida. Un amigo bueno, que nos consuele en los días tristes, nos aconseje en los días de incertidumbre, nos ayude en los días de necesidad y nos acompañe en los días felices. Un amigo que, como la sangre, sea el primero en correr a nuestro lado cuando estamos heridos y el último en abandonarnos a la hora de la muerte.

Todos necesitamos un amigo fiel, constante y sincero, que endulce la vida, sostenga la moral, nos cuide de caer y nos ilumine el sendero. Es, sin duda, una consolación grande cuando hallamos un amigo con esas cualidades.

¿Tenemos un amigo así? ¿Alguien con quien podemos hablar cuando necesitamos ayuda? Hay uno que está a nuestro alcance. Se llama Jesucristo. Él desea ser el amigo de quienes lo busquemos. Sólo tenemos que decir: «Señor, te necesito. Por favor, ayúdame.» Hagámoslo hoy. Él sólo espera que lo llamemos.

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