Devocional Diario: A NADIE LE GUSTA SER JUDAS

«A NADIE LE AGRADA SER JUDAS»

Por Pastor Carlos Vargas

En una pequeña ciudad, un grupo de feligreses decidió representar la Última Cena en una obra de teatro. Buscaban llevar un mensaje de reflexión y esperanza a su comunidad, mostrando la vida y enseñanzas de Jesucristo.

Los miembros de la iglesia comenzaron a seleccionar a las personas que interpretarían a Jesús y los doce apóstoles. Para cada personaje, se buscaba a alguien que pudiera representar fielmente el papel y transmitir las emociones y lecciones detrás de cada historia bíblica.

Encontraron a personas ideales para interpretar a Jesús, Pedro, Juan y los demás apóstoles, pero cuando llegó el momento de elegir al actor que interpretaría a Judas, nadie quería asumir ese rol. Todos se resistían a encarnar al traidor, al villano que entregó a Jesús por treinta monedas de plata.

Frente a esta situación, el director de la obra decidió abordar la situación con sabiduría. Reunió a todo el elenco y les recordó Romanos 3:23: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». Les explicó que todos, de alguna manera, llevamos un Judas dentro de nosotros, pues todos somos pecadores y hemos traicionado a Dios con nuestras acciones.

El director también compartió Efesios 2:8-9: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe». Les recordó que solo a través de la fe en Jesucristo y su sacrificio en la cruz podemos ser salvos y transformados.

Finalmente, un joven humilde y valiente aceptó el desafío de interpretar a Judas. A lo largo de la obra, su actuación mostró el arrepentimiento y el sufrimiento de Judas, llevando al público a reflexionar sobre la importancia del arrepentimiento y la necesidad de la redención.

La conclusión desafiadora de esta historia es que, en lugar de juzgar y rechazar a Judas como si fuéramos perfectos, debemos reconocer nuestra propia naturaleza pecadora y buscar la transformación en Cristo. Solo entonces podremos experimentar la verdadera redención y vivir una vida en plenitud, compartiendo el amor y la esperanza que solo Jesucristo puede brindar.

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