Hermano Pablo – NOBLEZA EN MEDIO DEL SUICIDIO

 

NOBLEZA EN MEDIO DEL SUICIDIO

por el Hermano Pablo
El revólver estaba ahí. Y el papel y la pluma también. Como obedeciendo una decisión firme y sabiendo lo que tenía que hacer, Pietro Di Pietro, de Milán, Italia, escribió la nota.

«Cedo mis órganos para que sean utilizados por alguien que los necesite.» En seguida, con la misma tranquilidad con que había escrito la nota, tomó el revolver y se disparó un tiro. Pietro Di Pietro tenía doce años de edad.

El suicidio de una persona siempre nos conmueve. Cada día decenas de miles de seres humanos a lo largo y ancho del mundo atentan contra su vida. Pero el suicidio de un niño conmueve el doble. He aquí un pequeño, de apenas doce años de edad, que quién sabe por qué razón se mata a sí mismo.

Sin embargo, Pietro había oído de la donación de órganos de personas muertas para beneficiar a personas vivas. Y había oído, también, del niño norteamericano accidentado, cuyos órganos habían sido donados para algún niño italiano. Y él quiso hacer lo mismo. Ya que él se eliminaba, decidió que sus órganos sirvieran a alguien que los necesitara para salvar su vida.

En este caso hay dos factores que nos conmueven. Uno es la nobleza evidente en un pequeño que apenas comienza a vivir. En contraste con el egoísmo y el ensimismamiento de muchos, este niño, aun en su agonía, pensó en otros: «Cedo mis órganos para que sean utilizados por alguien que los necesite.»

El otro factor que nos conmueve es el hecho del suicidio de un niño. Pietro tenía apenas doce años de edad. ¿Qué agonía podría abatir a un pequeño de sólo doce años, que lo llevara al extremo de quitarse su propia vida?

No podía ser el abuso de un cónyuge. A los doce años nadie se casa. Ni podía ser la pérdida de una fortuna. A los doce años no se manejan fortunas. ¿Entonces qué pudo haber deprimido a un niño a tal grado que lo llevara a suicidarse?

Ya a esa temprana edad los niños saben lo que es el dolor de un hogar en quiebra. Más de un pequeño se ha quitado la vida por causa de padres que se separan. Es más, basta el descuido narcisista de los padres para que un hijo, de cualquier edad, se entregue a las drogas. Y de ahí, sólo hay un paso al suicidio.

Lo cierto es que el divorcio no es una opción para los que tenemos a Cristo como nuestro Señor. Si Cristo es nuestro Dueño, no quebrantamos sus leyes. Salirnos, obstinadamente, con nuestra propia voluntad nunca es más importante que el bienestar de nuestros hijos. Hagamos de Jesucristo el Señor de nuestra vida. Él puede y quiere cambiar nuestra actitud en cuanto al futuro.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí