Mucho que recordar

refrenar_los_labios_callar

Proverbios 10:11-21

11Vena de vida es la boca del justo: Mas violencia cubrirá la boca de los impíos.
12El odio despierta rencillas: Mas la caridad cubrirá todas las faltas.
13En los labios del prudente se halla sabiduría: Y vara á las espaldas del falto de cordura.
14Los sabios guardan la sabiduría: Mas la boca del loco es calamidad cercana.
15Las riquezas del rico son su ciudad fuerte; Y el desmayo de los pobres es su pobreza.
16La obra del justo es para vida; Mas el fruto del impío es para pecado.
17Camino á la vida es guardar la corrección: Mas el que deja la reprensión, yerra.
18El que encubre el odio es de labios mentirosos; Y el que echa mala fama es necio.
19En las muchas palabras no falta pecado: Mas el que refrena sus labios es prudente.
20Plata escogida es la lengua del justo: Mas el entendimiento de los impíos es como nada.
21Los labios del justo apacientan á muchos: Mas los necios por falta de entendimiento mueren.

El que refrena sus labios es prudente. —Proverbios 10:19

«Le agradezco un montón», le dijo el hombre detrás de la ventanilla en la oficina postal a la dama que estaba delante de mí en la fila. El empleado, Juan, me había visto en la fila y esperaba que yo le hubiese oído. Cuando llegó mi turno, saludé a Juan, quien había sido alumno mío cuando yo enseñaba en la secundaria en los años 80.

«¿Notó lo que le dije a la señora? —preguntó Juan—. Le dije, ‘le agradezco un montón’». Al percibir que yo no lograba captar a qué se refería, me explicó,: «¿Recuerda lo que nos decía acerca del término un montón? Usted decía que un montón era un cúmulo de cosas superpuestas, no una frase que debiera usarse para expresar mucho como en el caso de muchas gracias».

¡Asombroso! Una lección de lengua de hacía un cuarto de siglo había causado un impacto en Juan a lo largo de todos esos años. Eso nos habla claramente acerca de la importancia de lo que les decimos a los demás. También respalda una de mis citas favoritas, dicha por la poetisa Emily Dickinson: «Algunos dicen que una palabra está muerta cuando se pronuncia. Yo digo que ése es el día cuando recién comienza a vivir».

Puede que las palabras que digamos tengan consecuencias a largo plazo. Nuestros comentarios, nuestros cumplidos e incluso nuestras duras críticas pueden quedarse pegadas al oyente por décadas.

No es de sorprender que las Escrituras digan: «El que refrena sus labios es prudente» (Proverbios 10:19). Las palabras que decimos hoy siguen vivas. Asegurémonos que provengan de «la lengua del justo» (v. 20).

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