EL EFIMERO PODER DE LAS RIQUEZAS

 

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«Porque: toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca y la flor se cae….» 1 Pedro 1:24

 

En un pueblo, había un hombre que se creía muy poderoso, debido a que era muy rico. El señor Ramonte era dueño de casi todo el pueblo y de la única fábrica que existía allí, Abusaba de su poder con sus empleados. Les pagaba muy poco y los hacía trabajar mucho. No daba permisos si estaban enfermos ni tenía consideración alguna con nadie. Para él, lo único que importaba era acumular más y más dinero y pasarlo bien. Se paseaba en su auto último modelo y siempre con mujeres distintas. Su vida era una vida puramente material y entregada a los placeres. Siempre decía que él no necesitaba de nadie, en resumidas cuentas, se creía un dios.

 

Un día, mientras se encontraba disfrutando de un crucero en Europa, llegó al pueblo un hombre, que por su apariencia parecía también muy rico, el señor Buenaventura. Recorrió todo el pueblo, observando el lugar y haciendo preguntas a la gente. Se enteró de que existía una sola fábrica y decidió que era el lugar indicado para poner otras dos y así lo hizo. Cuando Ramonte regresó de su viaje, se encontró conque estaban en construcción otras dos fábricas que serían su competencia. Esto lo puso de muy mal humor y fue a reclamarle al alcalde por haber permitido que se construyeran esas fábricas. El alcalde le dijo que era por el progreso del pueblo y que no tenía por qué oponerse.

 

Ramonte trató de boicotear la construcción, pero nada le resultó y las fábricas fueron inauguradas muy pronto. Pero lo peor aun no venía. Como a pesar de que Buenaventura había llevado gente para que trabajara en sus fábricas, hacía falta mucha más y el día en que sus fábricas comenzaron a trabajar, Ramonte recibió la renuncia de todos sus trabajadores, quienes prefirieron irse con el nuevo patrón.

 

Solo su contador se quedó con él, porque a éste sí le pagaba bien y lo trataba mejor, ya que le conseguía pagar muy pocos impuestos.

 

Pero al quedarse sin obreros, la fábrica no producía y no le daba ninguna ganancia, asi que el contador también lo dejó.

 

Ramonte ofreció más dinero a algunos de sus ex obreros para que volvieran con él, pero éstos se negaron. Nadie quiso volver con él, a pesar de que les ofrecía mucho más de lo que les pagaba Buenaventura y ésto, debido a la diferencia de trato que recibían. No podía «rebajarse» a trabajar para alguien así es que poco a poco, el dinero de Ramonte se iba acabando, ya que seguía con la misma vida a la que estaba acostumbrado.

 

 Un día, como consecuencia de sus excesos, se enfermó y llamó al doctor. Este le dijo que tenía una enfermedad grave y que el tratamiento era bastante caro. Cuando Ramonte revisó su cuenta bancaria, se dio cuenta de que tenía muy poco dinero y entonces pidió un préstamo. El banquero se lo negó, puesto que no tenía un trabajo y su fábrica estaba cerrada. Tampoco podía pedir prestado a algún amigo, ya que no tenía ninguno. Las mujeres con las que salía también le dieron la espalda. Ni pensar en recurrir a alguno de sus ex empleados tampoco, siempre los había tratado mal así que nadie le ayudaría. Vendió sus propiedades, pero ese dinero también se lo acabó.. Empezó a vender sus cosas valiosas y también ese dinero se acabó.

 

Debido a su enfermedad, los años se le vinieron encima y un día, frente al espejo, vio en lo que se había convertido: en un viejo, solo, pobre y enfermo. Sintió lástima de sí mismo, ¿dónde había quedado aquel hombre opulento y poderoso que había sido?. Se dio cuenta de que el poder que le había dado el dinero, era un poder falso, efímero. El poder se iba cuando se iba el dinero, no era un amigo verdadero.

 

 Necesitaba alguien que lo cuidara y le hiciera de comer, ya no podía ir a los restaurantes caros donde siempre iba. Pero no tenía siquiera cómo pagar los servicios de una enfermera. Entonces se dio cuenta de la falta que le hacía tener amigos. Un verdadero amigo habría acudido a ayudarle sin pedir nada a cambio. Se dio cuenta de que siempre llega un momento en que se necesita de los demás, pero él siempre había dicho que no necesitaba de nadie. Y así, solo, en su cama, sin tener quien le pasara un vaso de agua, Ramonte, dejó este mundo.

 

 Se dieron cuenta de su muerte después de unas semanas y eso, porque algunas personas, empezaron a percibir un olor muy feo cuando pasaban cerca de la casa. Lo enterraron envuelto en una cobija porque nadie quiso donar un ataúd. Nadie le llevó una flor y nadie lo lloró. Nadie fue a su funeral. Así terminó aquel hombre que hasta no hacía mucho tiempo, había asegurado no necesitar de nadie.


«El que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas» Proverbios 11:28

Angélica García Sch.

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