No luche en sus fuerzas sino en las de Dios

¿Por qué no debemos de luchar en nuestras propias fuerzas y si en las de Dios?

Siempre quiso corregir sus hijos de la manera que aprendió desde la niñez. Unas veces era excesivamente rígido y otras, muy tolerante, demasiado en criterio de su esposa.

Por esa razón cuando a uno de los jovencitos lo retuvieron por robo menor, no solamente sintió un profundo dolor en su corazón sino que además, reconoció que la situación no podía seguir igual.

No discutió con el muchacho. Se limitó a mirarlo, menear la cabeza y hacerle señas para que salieran pronto de aquel lugar que, además de sórdido, era una concentración peligrosa de delincuentes. Una celda no ha sido, no es y jamás será un lugar agradable para pasar varios días y mucho menos una larga temporada.

Razonó sobre la validez de ir a una iglesia cada semana, si los principios aprendidos en la Biblia no los ponía en práctica en su hogar. Tendría éxito en la crianza de sus hijos, no en sus fuerzas sino en las de Dios.

Recordó entonces aquél pasaje que había leído en las Escrituras:“Vana esperanza de victoria es el caballo; a pesar de su mucha fuerza no puede salvar. Pero el SEÑOR cuida de los que le temen, de los que esperan en su gran amor; él los libra de la muerte, y en épocas de hambre los mantiene con vida”(Salmo 33:18-19.NVI).El curso de su familia fue diferente desde entonces. Alcanzó la victoria. La batalla fue ganada.

Dios nos concede la victoria

Humanamente podemos tener muchos conocimientos académicos y prácticos, ocupar una buena posición social, gozar de solidez económica y ver que, en apariencia, el futuro nos sonríe; sin embargo las circunstancias adversas sólo podremos cambiarlas cuando involucramos a Dios.

Luchando en nuestras fuerzas pronto nos agotaremos. Es probable que nos demos por vencidos. Sin embargo el panorama cambia y se torna favorable cuando pedimos al Creador que nos ayude.

Esta fórmula es válida para aplicarla en la resolución de los problemas en el hogar, en el trabajo, en la iglesia y en el escenario en el que nos desenvolvamos. Si Dios ocupa el lugar principal en nuestros planes y proyectos, lograremos sobreponernos a cualquier obstáculo. ¡La victoria está garantizada!

Hoy es el primer día de su nueva vida

Hoy puede ser el nuevo día de una nueva vida. ¿Cómo? Recibiendo a Jesucristo en el corazón. Es sencillo, fácil y, sin duda, el mejor paso que usted puede dar. Dígale en oración. “Señor Jesucristo, te recibo en mi corazón como único y suficiente Salvador. Transfórmame. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”

Si hizo la oración, felicitaciones. Ahora no olvide tres cosas fundamentales: la primera, orar. Orar es hablar con Dios. La segunda, lea la Biblia en donde aprenderá principios dinámicos que le conducirán al éxito, y la tercera, comience a congregarse en una iglesia. ¡Su vida será transformada!

Pastor: Fernando Aléxis Jiménez

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