Salmo 4

    Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración.

    Y ustedes, señores, ¿hasta cuando ultrajarán al que es mi Gloria, amarán lo que es falso y buscarán lo engañoso? Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: él me escucha siempre que lo invoco. 
    Tiemblen, y no pequen más; reflexionen en sus lechos y guarden silencio,
    ofrezcan los sacrificios que son debidos y tengan confianza en el Señor.
    Hay muchos que preguntan: «¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotrosí»
    Pero tú has puesto en mi corazón más alegría que cuando abundan el trigo y el vino.Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso.
     
    Este salmo hace ya años atrás se lo receté a un muchacho que llegó una noche a mi consultorio de urgencias en compañía de su madre. Mientras le examinaba me dijeron que eran cristianos pero que el muchacho los últimos meses estaba escuchando música satánica. Hablamos, oramos y quedamos en que llegando a casa quemaría todas estas cosas en medio de una gran alabanza familiar al Dios de la Gloria y del Poder Misericordioso.
    Hoy ese mismo muchacho junto a su madre vinieron en la mañana al consultorio y al verme me reconocieron. Cuando me contaron lo del salmo 4, recordé todo lo sucedido y le dimos las gracias a Dios. Desde ese día la vida del muchacho cambio.
     
    Es sorprende ver como actúa Dios en nuestras vidas cuando nos dejamos utilizar como sus instrumentos. Dios no ha perdido su poder somos nosotros quienes nos negamos a aceptarlo en medio de nuestras múltiples dificultades en este valle de lágrimas.

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