Devocional – El mayor poder del universo

     

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    «Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. –Padre –dijo Jesús–, perdónalos, porque no saben lo que hacen» Lucas 23:33-34

    Aunque nunca hizo nada malo, el rechazo de la gente siempre estuvo cerca del Señor Jesús. Los tres años de su ministerio público fueron dedicados a dar afecto, esperanza y ayuda práctica a los necesitados; sin embargo a cada paso encontró desconfianza, crítica, rechazo y finalmente la cruz. En vez de recibir gratitud, recibió rechazo. El bondadoso corazón de Jesús choco con el lado oscuro de la naturaleza humana. Jesús –hombre en el sentido pleno– pudo resentirse, y con derecho. Sin embargo, en el momento más difícil de su vida, eligió perdonar.

    Aquellos que lo condenaron, deseaban acabar con su vida y borrar su memoria para siempre. Ellos imaginaron que en unos cuantos meses, el nombre de Jesús sólo sería un vago recuerdo. Pero mientras esperaban el final de la historia, Él mostró el mayor de los poderes: el poder de perdonar. Piénsalo bien, no hay poder más grande que este.

    Perdonar, esto es lo que Jesús nos enseñó en la cruz. Perdonar, a pesar de que no reconozcan sus faltas; a pesar de que sigan causándote dolor; a pesar de que lancen insultos y golpes. La cruz nos recuerda que perdonar es más efectivo que buscar venganza.

    Perdonar o resentirse, ese es el dilema. Muchos eligen resentirse, y sin darse cuenta sólo logran amargar el alma; otros, los pocos, eligen perdonar, y reciben paz como regalo. Le haría mucho bien a la familia, que los esposos, hijos, hermanos, parientes y vecinos pudieran perdonarse. Le haría mucho bien a nuestro país, que todos pudiéramos perdonarnos.

    Para Jesús, la solución a tus dificultades y angustias comienza cuando aceptas el perdón divino, y se hace evidente cuando prácticas el perdón en todas las áreas de la vida. Recibir el perdón de Dios es el primer paso. Perdonar a nuestros semejantes, es tarea de toda la vida.

    Jesús murió en la cruz para perdonarnos, o para hacerlo más personal: para perdonarte. Si aceptas su perdón, entonces debes seguir su ejemplo. Tal vez por esta razón, la oración modelo dice: «… perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores». Para todos los que conocen la amargura, hay una buena noticia: el perdón es el remedio más eficaz. Pidan perdón, perdónense y perdonen.

    Para los que tienen fe, Jesús sigue obrando a favor de los necesitados hoy, como cuando caminó por la antigua Jerusalén. Tal como sucedió en la cruz, hoy Jesús continúa ofreciéndonos su perdón, que no es otra cosa, que el mayor poder del universo. Y tal como respondieron los primeros discípulos, a nosotros nos toca seguir su ejemplo: perdonar y continuar perdonando.

    Rev. Miguel A. Bardales

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