Tenga esperanza: ¡las crisis no son para siempre!

     

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    El problema no fue perder buena parte de sus propiedades en una concatenación de negocios que salieron mal. El verdadero problema fue aceptarlo. Los amigos que le profesaron lealtad cuando todo marchaba bien, progresivamente y con sutileza le dieron la espalda. Ya no formaba parte del estrato social al que estaban acostumbrados.

    La casa que tenía a las afueras de la ciudad debió venderla y compró una, un poco más modesta y por supuesto, con menor espacio construido. Aún así no tenía forma de sobrellevar los costos que implicaba.

    Un segundo paso fue vender ese inmueble para adquirir un apartamento, a pocas cuadras del empleo de segunda categoría que consiguió.

    “No está bien que un ingeniero de mi nivel demuestre escasez económica”, razonaba y siguió luciendo trajes caros.

    Todo marchó “viento en popa” hasta que las facturas por la tarjeta de crédito le hicieron recordar que ya no tenía los ingresos de otras épocas.

    Si para él fue duro ir aterrizando a la realidad, más complejo resultó para su esposa y sus dos hijas que no querían reconocer su situación y todavía pretendían lograr aceptación en el círculo social de otras épocas.

    Cada día se encontraban con un enorme muro y las expresiones de los demás, que no hacían otra cosa que ridiculizarlos. Por momentos llegaron a culpar a Dios de su situación y, finalmente, dejaron de asistir a la iglesia.

    Javier, Miriam, Natalia y Diana Isabel habitan hoy una casa de tres habitaciones, antejardín reducido y vías peatonales que comparten con las personas de enfrente. Nada fácil, pero poco a poco admitieron su nueva realidad. Antes que renunciar, doblegados por el desánimo, razonaron que atraviesan un período difícil que podría ser transitorio si se disponen a seguir luchando.

    ¿A quien recurre en medio de la adversidad?

    Cuando experimentamos momentos difíciles llegamos a pensar que el panorama ensombrecido luce desalentador por largo tiempo.

    Es probable que usted haya enfrentado esa situación. Sintió que llegaba al límite de sus fuerzas. Levantó los puños cerrados al cielo, y en medio de la desesperación se preguntó: “¿Por qué a mí?¿Por qué ahora?”

    Pero como dice un refrán latinoamericano: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Es real en la vida cristiana. Usted podrá vivenciarlo. Todo depende de dos cosas:

    Primera.- La actitud que usted asuma frente a las circunstancias adversas.

    Segunda.- ¿En quién confía en medio de las crisis para salir del laberinto?

    Hay salida al laberinto… con ayuda de Dios

    Alguien que experimentó una situación muy agobiante, escribió hace siglos:”Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría. En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido, Porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte. Escondiste tu rostro, fui turbado.” (Salmo 30.5-7).

    En el relato bíblico la solución estuvo en Dios. Es la salida a los momentos traumáticos que nos confrontan. Se aplica también a nuestra existencia. Estamos llamados a superar las crisis, pero no en nuestras fuerzas sino en las del Creador. Con su ayuda, hay salida para el callejón en que nos encontremos…

    Decídase hoy por la victoria

    El más grande paso a la victoria es volver nuestra mirada a Dios y depositar toda nuestra confianza en Él. Es un paso a la victoria.

    ¿Está preparado?

    Pues de ese paso. Reciba a Jesucristo en su corazón. Es muy sencillo. Dígale allí donde se encuentra, ahora mismo: “Señor Jesucristo, reconozco que he pecado y producto de mis malas acciones, enfrento situaciones que traen angustia a mi corazón. Gracias por perdonar todos mis pecados en la cruz y abrirme las puertas para comenzar una nueva vida. Entra en mi corazón y haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”

    ¡Felicitaciones!

    Es la oración más poderosa que usted haya pronunciado. Puedo asegurarle que su vida será desde hoy diferente. Ahora tengo para usted tres sugerencias: La primera, haga de la oración un principio de vida. Orar es hablar con Dios. Él nos fortalece y lleva al éxito. La segunda, lea la Biblia. Es un libro maravilloso en el que encontrará principios dinámicos que le llevarán a la realización personal y espiritual, y la tercera, comience a congregarse en una iglesia cristiana. Puedo asegurarle que su vida será diferente. Ahora, si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirme.

     

    Ps. Fernando Alexis Jiménez

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