El Señor nos muestra su gloria

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En la tienda plantada fuera del campamento, Moisés tenía el lugar de encuentro con el Señor para interceder en favor del pueblo, para consultar al Señor, para dialogar con Él cara a cara, como lo hace un amigo con su amigo; encontrarnos con el Señor nos lleva a conocerlo para poder después hablar de Él desde nuestra experiencia personal con el Señor. Conforme a su experiencia del Señor en el monte, Moisés nos dirá que el Señor es todopoderoso, misericordioso y clemente, lento para enojarse y rico en amor y fidelidad.

Nosotros también tenemos nuestros lugares de encuentro con el Señor: su Palabra, nuestras oraciones y nuestros prójimos, especialmente los pobres. En esos lugares de encuentro escuchamos al Señor, celebramos nuestra fe en Él y le manifestamos nuestro servicio amoroso y fraterno.

Hay muchos que piensan que siendo los elegidos de Dios, ninguna persona que no sea santa puede ser parte de su comunidad. Este rechazo de los demás es ya de por sí una gran falta en contra de lo que el mismo Cristo nos enseñó. Él comía con los pecadores y Él nos dijo que no vino a buscar a los justos, sino a los pecadores, pues no son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos.

Día a día hemos de aprender a convivir con toda clase de personas; día a día hemos de abrir los ojos, en primer lugar para reconocer nuestras propias faltas y pedirle al Señor que sea Él quien nos purifique, para que seamos dignos en su presencia, mientras aún es tiempo; día a día hemos de ser conscientes del pecado personal que se ha cernido también sobre muchos hermanos nuestros, o del pecado social que ha deteriorado gravemente a los pueblos. Ante esa realidad no podemos enclaustrarnos queriendo evitar ser contaminados por ellos, sino seguir el ejemplo de Cristo Jesús de salir al encuentro de los pecadores para salvarlos, incluso a costa de la entrega de la propia vida.

Quien camine en la fe nacida de ese encuentro personal con el Señor no podrá sino estar en un continuo camino de conversión personal para ser un signo más claro y más creíble del Señor para los demás; la persona de fe estará también en un continuo camino de comunión que desemboque en la aceptación de los demás en la misma fe y la lleve a poner los propios carismas al servicio de todos; y, finalmente, estará en un continuo camino de solidaridad con quienes no sólo adolecen de bienes materiales sino también espirituales.

Salir al encuentro de Dios nos debe llevar, por tanto, también, a salir al encuentro de nuestro prójimo.

Bendice, alma mía al Señor y bendiga todo mi ser su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.

Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias;

el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.

El Señor es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia.

Dio a conocer sus caminos a Moisés,y sus obras a los hijos de Israel.

El Señor es tierno y compasivo; es paciente y todo amor.[Salmo 103,1 – 8]

Juan Alberto Llaguno

1 COMENTARIO

  1. Es una realidad que debemos compartir con los mas necesitados, siguiendo el ejemplo de JESUS.
    Al compartir con ellos debemos de tener claro lo que dice JEREMIAS 15:19 Convièrtanse ellos a ti, y tù no te conviertas a ellos. Resplandecer en medio de esta generaciòn como luminares; ademas un ciego no puede guiar a otro ciego.
    Por eso estoy de acuerdo, en la necesidad de ese encuentro personal con nuestro SEÑOR. El mundo debe ver que ya no vivimos nosotros,sino que es CRISTO.

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