“Yo soy la vid verdadera” (7) El Devocional Diario

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador…
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos;el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto;
porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:1, 5.

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto.Juan 15:8.

“Yo soy la vid verdadera” (7) El Devocional Diario

¿Cómo se dio a conocer Diosí Históricamente, el pueblo de Israel recibió, por medio de los profetas, la revelación del verdadero Dios, del Dios único, el Dios viviente. La Escritura compara ese pueblo con una vid que Dios plantó, pero que produjo malas uvas (Isaías 5:1-7). Más tarde Dios envió a su Hijo, el Señor Jesús. ¡Qué contraste con todo lo que había precedido! Él es la vid verdadera cuyo fruto regocijó el corazón de Dios, cumpliendo su voluntad y hablando de su justicia y amor de manera perfecta.

Jesús es la vid verdadera, pero además, los creyentes son los pámpanos o ramas que están unidas a él y que a su vez pueden llevar mucho fruto para Dios. Esto con la condición de que dejen pasar la savia que la vid les comunica. Deben absolutamente permanecer en el Señor, es decir, en su comunión.

Separados del Señor, independientes de él, no podemos agradar a Dios ni serle útiles. Cuando la vida de la vid pasa por las ramas, pueden llevar la misma clase de fruto que el Señor. Si estamos unidos a él en nuestros pensamientos, en realidad es él quien lleva fruto a través de nosotros. Si nos parecemos a él, en el mundo reproducimos un poco, sin percibirlo, sus caracteres: abnegación, paciencia, humildad y obediencia a Dios… ¿No es éste el deseo de todo verdadero cristiano?

1 COMENTARIO

  1. sus devocionales me han sido de mucha bendición, ya me estoy acostumbrando a ellos.

    El evangelio es la luz
    de esperanza y salvación
    por eso en mi corazón
    hay amor para Jesús;
    aquél que dejó en la cruz
    los dolores y el pecado,
    desde el cielo ha mandado
    al grán espiritu Santo,,,
    en mi oración y mi canto
    Jesucristo es alabado.

    autor: Adalín Aldana Misath

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