Devocionales Cristianos – ¿Tu corazón está realmente limpio?

Devocionales Cristianos – ¿Tu corazón está realmente limpio?

Aunque al gerente de aquella empresa le advirtieron que el nuevo asistente financiero tenía un historial de fraudes en otras factorías, sintió paz cuando vio la hoja de vida. Sin duda reunía las características profesionales que necesitaban. «No creo que alguien haya hecho un recorrido así sea un timador«, razonó.

Sin mayores miramientos aprobó su ingreso, el cual fue avalado por la junta directiva. «Considero que se trata de una buena contratación», les dijo.

Once meses después descubrieron un desfalco progresivo y, tan bien disimulado, que resultó difícil comprobar los faltantes. Además muchos recibos que soportaban compras de insumos, eran falsos.

Aquél hombre los había engañado. Aunque atrayente en su imagen y con facilidad de expresión, el problema estribaba en lo que guardaba en su corazón. No había transparencia en sus acciones, y aunque se amparara en un buen desenvolvimiento pasado, temprano o tarde iba a aflorar lo que en verdad sentía.

Igual con el joven que llegó a la congregación. Al pastor le llamó la atención el tamaño de la Biblia que siempre llevaba. Era bastante grande. «Las letras son más fáciles de ver», les explicó.

Vestía impecablemente. Sabía muchos versículos bíblicos y, además, manifestaba un vivo interés por predicar a todos acerca de las Buenas Nuevas.

–Será un buen líder en nuestra congregación—dijo un día a sus inmediatos colaboradores.

–Es probable que sí. Tiene mucha disposición para la obra—coincidió con él, el diácono administrativo.

Sólo la voz de una anciana, a cargo del grupo de oración, constituyó la nota discordante:

–Yo considero—dijo—que debemos esperar un tiempo. Analicemos su testimonio. Luego veremos–.

–No sea tan prevenida—intervino alguien–. Uno no debe ni puede moverse alrededor de prejuicios. Hermana, por favor, recuerde los principios del amor cristiano…—

La mujer prefirió callar. Y el tiempo le dio la razón…

Tres meses después y para escándalo de todos, una de las jovencitas del grupo de alabanza había caído en inmoralidad con él. La sedujo e incluso, parapetándose tras unos versículos bíblicos, le hizo creer que no había nada de malo en lo que hacían. Y desapareció, cuando comprobó, días después, que la chica estaba en embaraza.

–Yo les advertí…—dijo la anciana el día que se reunieron a analizar el caso.

–Lo sabemos, hermana. Pero no es hora de lamentarnos sino de encontrar una salida–, le interpeló el pastor.

¿Se ha preguntado cuántas veces fuimos víctimas del engaño por guiarnos por las apariencias de los demásí¿Ha meditado en el sinnúmero de ocasiones en las que usted obró movido más por lo que hay dentro de su corazón que por los buenos principios que deben motivarlo en todo su desempeño social, eclesial y familiar?

¿Qué hay en su corazón?

Pregúntese con detenimiento, ¿Qué hay en mi corazón? «¿Todavía albergo maldad o estoy limpio y dejándome tratar por el Señor de manera que se produzca una transformación en mi forma de pensar y de actuar?»

Lo que hay dentro nuestro es muy importante, porque lleva a la práctica lo que guardamos en el corazón, incluso lo que nadie jamás imagino. Al respecto el Señor Jesús enseñó: «El bien que hacen los buenos proviene de lo que hay en el corazón, y el mal que hacen los malos proviene de lo que hay en su corazón, porque las palabras denuncian lo que hay en el corazón» (Lucas 6:45. Versión La Biblia, la Palabra de Dios para todos).

Hombres y mujeres de corazón limpio, en el que no anide la maldad, que se alimenten de cosas buenas y no del engaño, donde no hallen cabida la mentira, las conversaciones deshonestas, la vulgaridad, la pornografía y la hipocresía, es lo que Dios anhela.

En su magistral intervención en el Sermón de la Montaña, el Maestro destacó como «Afortunados los que tienen corazón puro, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5:8. Versión La Biblia, la Palabra de Dios para todos).

Un mundo interior atormentado, en el que se forman grandes huracanes, movido por la pasión, nos arrastra con la corriente del mundo y paralelamente nos distancia de Dios.

Alguien con quien hablé un domingo, después del servicio religioso, me explicaba lo profundo que había calado el mensaje en su corazón. Es gerente comercial de una importante empresa en Santiago de Cali. Tiene reconocimiento social, solidez económica y una familia encantadora. Si embargo, su vida es un desastre.

Tras revisar el panorama que ofrecía todo alrededor, descubrimos que tenía todas las condiciones a favor. El problema no estaba en los demás; el problema estaba en él. Y coincidimos en que, superar aquella crisis, obligaba un examen cuidadoso de lo que guardaba en su corazón y abrirle las puertas al Señor Jesús para que operara la transformación anhelada. Aquél hombre fue libre. Se abrió, sin prejuicio alguno, al mover de Dios. Y cuando eso ocurre, Dios se glorifica…

Un corazón limpio, parte de una actitud…

Nadie cambia bajo presión. El borracho no dejará de beber porque su esposa le dé cantaleta. El hijo drogadicto no abandonará el vicio por mucho que sus padres decidan dejarlo durmiendo en la calle. El adúltero no se apartará de su mal proceder porque la esposa, gritando, le anuncie la disposición de divorciarse.

El cambio comienza con una actitud. Primera, de reconocer que las cosas no andan bien en nuestra vida, y la segunda, el convencimiento de que es urgente aplicar algunos cambios.

La mejor fórmula la ofreció el apóstol Pedro al dirigirse a los creyentes del primer siglo y también a nosotros hoy: «Entonces, no hagan ningún mal: no digan mentiras, no sean hipócritas, no sean envidiosos ni se maldigan unos a otros. Sean como bebés recién nacidos y busquen con ansia la leche espiritual pura. Así podrán crecer y ser salvos, ya que han saboreado lo bueno del Señor» (1 Pedro 2:1-3. Versión La Palabra de Dios para todos).

Hay dos elementos significativos para resaltar. El primero, la disposición que debe nacer de lo más profundo de nuestro ser para cambiar. Y la segunda, tomar conciencia que el propósito de Dios es que crezcamos en las dimensiones personal y espiritual, lo que amerita una transformación que sólo Él puede ayudarnos a alcanzar.

El plan de nuestro Creador es que haya cambio en nuestra forma de vida, resultado de un corazón limpio en el que Dios ocupe el primer lugar. No de otra manera se explica que, como lo explica Pedro, Él «…los rescató a ustedes de la vida sin sentido que llevaban antes; así vivían sus antepasados, y ellos les enseñaron a ustedes a vivir de la misma manera. Pero ustedes saben muy bien que el precio de su libertad no fue pagado con algo pasajero como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, quien es como un cordero perfecto y sin mancha» (1 Pedro 1:18, 19. Versión La Palabra de Dios para todos)

Cuando reconocemos que estamos actuando mal y que reincidimos en esa conducta, causándole daño a quienes nos rodean y por supuesto, a nosotros mismos, debemos meditar en el hecho de que es hora de «romper los paradigmas».

Muchos de los principios de vida que aprendimos en la familia, en la universidad o en el trabajo no son necesariamente los mejores, así todos los practiquen. Es necesario reemplazar esos patrones de comportamiento por los principios que aprendemos cada día en la Biblia. Constituyen el camino al éxito y a la realización en todos los órdenes.

Un corazón limpio nos acerca a Dios

La Biblia nos enseña que cuando permitimos que se produzca una limpieza en nuestro corazón, logramos un acercamiento e intimidad permanentes con Dios nuestro Hacedor: «¿Quién puede subir al monte del SEÑOR? ¿Quién puede entrar y adorarlo en su templo santo? El de manos limpias y corazón puro, el que no adora ídolos ni ha hecho faltas promesas. Esta gente lleva a otros las bendiciones del SEÑOR, y busca que Dios el Salvador haga justicia» (Salmo 24:3-5. Versión La Palabra de Dios para todos)

Limpiar nuestro ser interior tiene dos efectos altamente beneficiosos. El primero, es mantenernos en contacto con el Supremo Hacedor, en Su presencia. Y el segundo, ser bendecidos por Él y convertirnos en instrumentos de bendición para quienes nos rodean.

Los grandes hombres de la Biblia como Abraham, José, Moisés, Gedeón, David y Salomón, para colocar sólo unos ejemplos, fueron bendecidos por el Señor e impactaron con bendición a sus congéneres. ¿Por qué ocurrió esto? Porque Dios mira lo que hay dentro del corazón, no las apariencias. Y no podemos olvidar que justamente por dejarnos mover por lo que «ven nuestros ojos» hemos cometido grandes equívocos con las personas que tenemos enfrente.

Dios te ayudará a cambiar

¿Cómo poder cambiar y empezar de nuevo una vida que nos conduzca al crecimiento personal y espiritual? La respuesta es sencilla: permitiéndole a Dios que tome el control. Él como poderoso gigante y como experimentado Capitán, llevará la embarcación de nuestra existencia a puerto seguro.

Fue Dios mismo quien hizo este anuncio y a la vez promesa a Su pueblo: «Cuando regresen, echarán de allí todas las cosas detestables y todo lo que profana. Entonces les daré un corazón sincero y un espíritu nuevo. Cambiaré el corazón de piedra que tienen por uno de carne para que cumplan mis leyes y obedezcan mis mandamientos. Entonces ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios» (Ezequiel 11:18-20. Versión La Biblia, la Palabra de Dios para todos).

Recuerde que se dirigía en particular a los israelitas que estaban cautivos en Babilonia como consecuencia de su pecado y alejamiento del Señor. Les dijo que, si se volvían a Él, produciría un enorme cambio en sus corazones, que redundaría en tres factores: el primero, un corazón renovado; el segundo, asumir nuevos parámetros de conducta en consonancia con las Escrituras y, el tercero, andar en rectitud ante el Creador, siendo agradables en Su presencia.

Hoy es el día para comenzar esa transformación. ¿De qué manera? Reciba al Señor Jesús como su único y suficiente Salvador. Dígale en una sencilla oración: «Amado Señor Jesucristo, te recibo en mi corazón. Gracias por perdonar mis pecados y ofrecerme una nueva vida. Cambia mi corazón y haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén»

¡Lo felicito! Ha dado el mejor y más grande paso. Es lo mejor que pueda haber ocurrido en su existencia. Ahora tengo para usted tres sugerencias: la primera, que hable con Dios diariamente. Orar es hablar con Dios. Contarle todo lo que hay dentro de nosotros. Expectativas, sueños frustraciones, todo.

La segunda, que aprenda principios de vida exitosa, contenidos en la Biblia. Le ayudarán a crecer como persona y en su desenvolvimiento espiritual. Y la tercera, que comience a congregarse en una iglesia cristiana. La comunión con otros hermanos en la fe y el pastoreo permanente que recibirá, serán altamente beneficiosas para su ser.

¡Ánimo! ¡Hoy ha comenzado una nueva vida!

Basado en los apuntes del Ps. Fernando Alexis Jiménez para la conferencia «Un corazón limpio», dictada en la Iglesia Cristiana «Santuario del Espíritu Santo», en la ciudad de Trujillo, en el Perú.

3 COMENTARIOS

  1. Que bonito mensaje, pues nos anima a confiar en nuestro Dios y El como buen alfarero transformará nuestros corazones y nuestras vidas, así como dice Jeremías 18:6, sólo hay que entregarle nuestro corazón y vida porque eso es lo que EL quiere y en lo que se fija o mira, como dice 1 Samuel 16:7. Que seamos dóciles y nos humillemos bajo su poderosa mano, como dice 1 Pedro 5:6 y que nos dejemos tocar por El para que seamos usados grandemente y reciba así El toda la gloria, pues El se la merece. Bendiciones para todos.

  2. Bendiciones Hnos. les saludo con la paz del Señor Jesus, quiero agradecerle por las reflexiones que recibo todos los dias y me estan edificando espiritualmente mi vida y a la vez tener mas Fe y Certeza de que a travez de Cristo esta la Salvacion…sil El nada podemos .
    Gracias

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