Devocionales Cristianos – El director de orquesta

Devocionales Cristianos – El director de orquesta

Me tomaron examen sin aviso previo. El Pastor Ely comenzó contándome la historia del pastor Edison, su vecino del quinto piso. Un día –me dijo– amaneció muerto, y su esposa e hijos quedaron abandonados. –Continuó: Ese día, me pregunté a mí mismo: ¿Qué pasaría con Alice y mis hijos si me ocurriese lo mismo? Yo, hasta ese momento, escuchaba sin mayor atención. Entonces, mirándome, me preguntó: Se você morrer, o que aconteceria com sua família e sua igreja?

Por primera vez me enfrenté a esa posibilidad. La verdad es que nunca he pensado en eso. Y no lo he pensado porque confío en el Señor; pero el pastor Edison, ¿confiaba también en Dios, verdad? El pastor Ely me contó que estaba replanteando su vida, ministerio y posibilidades. Me contó que había comprado un seguro de vida, que estaba cambiando el sistema de la iglesia, que estaba esforzándose por aprovechar el tiempo, que suponía que iba a equivocarse, pero que intencionalmente quería vivir al máximo.

La conversación continuó, fue por caminos que quedarán entre él y yo, pero cuando fui a descansar, me sentí turbado y me costó conciliar el sueño. Pienso que el sacrificio por la obra no está divorciado de la construcción de una vida segura; la vocación del pastorado no debería llevarnos a olvidar que vivimos en un mundo real. Desde que recuerdo, el lema de mi vida ha sido: “Si Dios tiene cuidado de las aves, de mí también ha de cuidar”; ahora sigue siendo verdad, pero también es verdad que Dios cuidará de mi en tanto lo permita, en tanto sea responsable e intencionalmente tome medidas que apunten a esa dirección. Que Dios me cuida, no significa que yo sea un descuidado ¡Vaya reflexión antes del domingo!

El domingo, por la mañana fue grato encontrarme con los líderes de la iglesia. El almuerzo de aniversario fue una fiesta de unidad y compañerismo. Pero la conversación con Ely seguía rondando por mi cabeza. Qué estaba tratando de decirme el Señor. El domingo por la noche tuvimos la celebración por el VI aniversario de la Iglesia Desafíos. Llegamos a las 6:50 p.m. y la Orquesta Sinfónica de la Primera Igreja Batista da Vila Jardim estaba ensayando, ¿comprendiste? ¡La Orquesta Sinfónica de la Primera Igreja Batista de Vila Jardim! ¡Qué increíble!

Cincuenta músicos (violines, violas, contrabajos, chelos, flautas, trompetas, oboes, clarinetes, trombones, timbales, tambores, etc.) en el altar, afinando sus instrumentos, haciéndose un espacio lo más cerca posible de los micrófonos, acomodándose y conversando. Todos al mismo tiempo. Toro era ruido y caos. La bulla continuó por un buen rato, exactamente hasta que el director hizo un grácil movimiento con sus manos; entonces todos se quedaron inmóviles, expectantes, atentos al siguiente gesto del director. El siguiente gesto –no sé cómo describirlo– hizo un milagro: el ruido se convirtió en música, y la melodía inundó el templo:

“Maravillosa gracia de Cristo rico don, que para describirla palabras vanas son. Encuentro en ella alivio, mis cargas ya quitó, pues de Cristo divina gracia, salvo soy”

Mi corazón se estremeció. Todos fuimos llenos de una emoción especial. Una salva de aplausos rompió el éxtasis, y el director corrigió a la congregación: levantó la mano, señalando que los aplausos eran para Dios. Un himno tras otro, la atmósfera se llenó de reverencia ante la grandeza de nuestro Señor. Yo estaba emocionado, pero no por la destreza de los músicos sino por la presencia de Dios.

Entonces recordé los sentimientos de la noche anterior. Sentí que los desafíos eran muchísimos más grandes de lo que podía enfrentar. Sentí mi pequeñez, mis ojos se humedecieron… y se quedaron mirando a los músicos. Ellos hacían lo que el director indicaba; pero el director hacía lo que la partitura señalaba; y la partitura reflejaba el genio del autor. En fin, toda esa belleza comenzó a revelarse delante de mis ojos:

Primero, el autor plasmó su genio en la partitura; después el director cuido que los músicos se mantuvieran fieles a la partitura; y finalmente, los músicos ejecutaron hábilmente lo que se les indicaba. La belleza de la música me dijo que la fidelidad a la Palabra de Dios, la docilidad para ser dirigidos, la unidad por encima de la individualidad, la paciencia para ensayar y la humildad para continuar son claves para no trabajar en vano.
Anoche me sentí como el director de aquella orquesta. Tengo la partitura más bella y perfecta del universo, tengo los músicos más hábiles de La Molina, tenemos la prodigiosa inspiración del Espíritu Santo, ¿podremos tocar la música de Diosí Ay, mi querida oveja, necesitamos humildad para aceptar que debemos ser dirigidos, necesitamos docilidad para hacer lo que se nos indica, necesitamos paciencia para no abandonar el trabajo, y necesitamos conservar el gozo de vivir para el Señor.

Esta verdad llenó mi corazón, y con ella subí a predicar, mi tema fue: Para ser una iglesia poderosa necesitamos docilidad, ¿casualidad? Estoy seguro que todo fue preparado por el Señor. Cuando hice el llamamiento, hombres y mujeres corrieron a postrarse en el altar, algunos inclusive se tiraron cuán largos eran. Toda la iglesia fue envuelta en un espíritu de docilidad; entonces la orquesta comenzó a tocar “Firmes y adelante huestes de la fe, sin temor alguno que Jesús nos ve”.

Oro para que seamos como esa orquesta: fieles a la palabra de Dios, dóciles a la dirección de los pastores, pacientes para continuar, humildes para trabajar en equipo y alegres ante cualquier situación. Si lo logramos, y anhelo con todas mis fuerzas que lo logremos, seremos como la letra del antiguo himno: Un ejército victorioso, una tropa de valientes, que no conoce la derrota porque Jesús es el capitán.

El que lee, entienda lo que dice el Señor.

En el amor de Jesús,
Pastor Miguel Bardales

3 COMENTARIOS

  1. TODO ME CAYO COMO ANILLO AL DEDO, GRACIAS A DIOS POR LAS GRANDES COSAS QUE ME HA DADO EN ESTA VIDA, ESPERANDO QUE NOS SIGA AYUDANDO A SER MAS HUMILDES CADA DIA Y NOS SIGA BENDICIENDO. AMEN

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