Devocional Diario a la Igualdad

Un Devocional Diario a la Igualdad

«¿Quién enferma y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar y yo no me indigno?» 2 Corintios 11:29 (RVR)

La enfermedad nos iguala a todos. No distingue por sexo, clases sociales, bolsillo, edad, educación, jerarquía o antigüedad. Independientemente de la prevención que podamos hacer, cuando te enfermás necesitas un remedio. Y en esto nos pone a todos en el mismo nivel. No importa quien seas, ante un dolor de cabeza todos necesitamos el mismo analgésico.

Pablo le estaba escribiendo a la iglesia de Corinto e intentaba explicarles justamente este concepto. Le estaban exigiendo demasiado. Y estos hermanos no se daban cuenta que Pablo tenía las mismas limitaciones y necesidades que ellos. Pensaban que por ser apóstol y por haber escrito la mitad del Nuevo Testamento, Pablo tenía super poderes. Pensaban que por ser un evangelista excepcional y por predicar de Jesucristo en cada ciudad, Pablo no se cansaba, no se enojaba, no pasaba hambre, no tenía sueño. Pensaban que Pablo era una máquina evangélica. Pero se equivocaban.

Pablo también se enfermaba, estaba triste, tenía hambre y quería tirarse en un sillón a mirar la tele para no pensar en nada trascendente. Pasaron dos mil años y seguimos cometiendo el mismo error. Pensamos que el líder, el predicador, el que ministra, el pastor debe estar disponible al 100% todos los días del año. Pero no nos damos cuenta que esa persona sigue siendo un ser humano que necesita aliento, consuelo, abrazo y cuidados.

Le exigimos impecabilidad a una persona tan humana como nosotros, pero que por su exposición tiene mayor presencia. El que predica, el que escribe o que ministra tiene tantos problemas como cualquiera, pero se le demanda la perfección porque Dios lo llamó a ese ministerio.

Pablo nos devuelve a la realidad. El líder también se enferma, también se entristece, también sufre, también se aflige. Y necesita del consuelo y del apoyo de otros. Lamentablemente en las iglesias hoy hay muchos que esperan recibir y pocos que quieran dar. En consecuencia, lo que se da nunca alcanza para satisfacer a todos. Y los que no reciben se quejan con los pocos que dan. Pero no le demandan a aquellos que no dan.

Pablo nos invita a reconsiderar nuestra posición. No seamos como los corintios. Tengamos la grandeza de cuidar y sostener a quien está al frente.

REFLEXIÓN — En la obra de Dios somos todos iguales.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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