REFLEXIONES CRISTIANAS – EL LAGAR

REFLEXION LA HISTORIA DEL LAGAR

«¿Por qué están rojos tus vestidos, como los del que pisa las uvas en el lagar? He pisado el lagar yo solo; ninguno de los pueblos estuvo conmigo.» Isaías 63:2-3

El lagar era un cubil de madera donde se acumulaban las uvas cosechadas. Y cuando había cantidad suficiente, se ingresaba para comenzar a pisotearlas. Era un proceso habitual para generar vino. Durante horas, quien entraba al lagar pisaba las uvas, mientras el líquido corría por las cánulas y era guardado en vasijas. Al cabo de algunas horas, el pisador quedaba extenuado y era reemplazado por otro. Quien entraba, lo hacía limpio. Quien salía estaba manchado de rojo.

Las uvas lo habían salpicado y era imposible no salir manchado. Dependiendo del tamaño del lagar, se podía hacer el trabajo de a más de uno. Pero el resultado era siempre el mismo. Quien salía siempre salía manchado. Era imposible salir limpio del lagar.

Este símbolo profético es utilizado por el profeta para hablar de Jesucristo. Y si bien la navidad nos recuerda el nacimiento glorioso de Cristo, es innegable su estrecha relación con el calvario, el lagar donde Jesucristo subió solo para luchar contra la muerte. Igual que aquellos que iban al lagar de uvas, Cristo salió manchado. Pero en vez de estar manchado de jugo de uva, sus manchas eran de su propia sangre.

Cristo también fue solo a su lagar. Nadie tuvo, tiene o tendrá jamás la autoridad y la dignidad para subirse. No hay quien pueda subirse a la cruz y convertirse en el Cordero de Dios, no hay nadie con ese poder, excepto Jesucristo. Él fue el único con la santidad, la perfección y la grandeza de autoconvertirse en el sacrificio perfecto.

Por eso, es que nadie podía reemplazarlo. Cuando Cristo dejó la cruz, no hubo quien pudiera sustituirlo. Solo Él es Dios, por es que Cristo piso el lagar solo y venció. Lejos de ser una derrota, la mancha de la cruz es la victoria sobre la muerte, sobre el pecado y sobre Satanás. Una lucha tan grande, que solo Él pudo enfrentarla, y la soportó solo.

Hoy el Dios victorioso de la cruz está sentado a la diestra de Dios Padre en las alturas. Su trono es un trono de gloria, poder y honra. Y sus vestidos ahora están impecables y puros, como su persona. Lo único que mantiene, son las marcas de la cruz.

REFLEXIÓN — No tenés que ir al Lagar, ya fue Cristo.

1 COMENTARIO

  1. Qué tremenda reflexión! Me encanta su enseñanza. Yo me imagino a Satanás revolcándose de rabia cuando Jesús cumplió con el plan de Dios allá en la cruz del Calvario. Satanás ya está derrotado y por eso quiere hacernos la vida imposible a los hijos de Dios, pues no quiere irse solo a su castigo eterno. Jesús es un Vencedor y al Él morar en nuestros corazones somos también vencedores…no hay nada que temer ante los ataques del enemigo porque a nuestro lado está el victorioso que siempre estará dispuesto a ayudarnos a salir hacia adelante.

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