Devocional – FE NO ES REPETIR

Fe No Es Repetir

 

Pasaje clave: Salmo 116:10.

Hemos aprendido y tenemos bien en claro que la fe da re­sultados cuando la usamos, la declaramos y la soltamos.

Es decir, confesé aquello que oí, y por lo tanto, creí.

Hasta aquí podemos decir que vamos muy bien, pero déjame preguntarte algo: ¿Estás disfrutando los resultados de la pa­labra que soltaste? ¿Estás viviendo de la manera que Dios te prometió y te dijo que ibas a vivir? Si decís que no, hay algo que no está funcionando. Veamos qué es.

¿Estás disfrutando los resultados de la palabra que soltaste?

¿De qué se trata lo que no funciona y no me está permitiendo tener en mis manos lo que declaré?

Muchas veces sucede que declaramos algo con fe y con el tiem­po esa declaración se vuelve una repetición. Es decir, conver­timos una palabra de fe en un disco rayado, y el disco deja de tener fe porque no la hemos utilizado como sabemos que hay que utilizarla. Una mera repetición termina por acabarse y por vaciarse porque no hay nada verdadero en ella que la susten­te.

Si yo repito una palabra constantemente sin depositarle fe, es posible que me aburra y me enoje por soltar algo de lo cual no obtengo ninguna cosecha, por lo que seguramente, la daré por perdida.

Por ejemplo, si digo: “Me va a ir bien, me va a ir bien…”, “Yo puedo, yo puedo, estoy seguro, sí, yo puedo”, pero así, no funciona la fe.

Fe no es repetir hasta el cansancio, es declarar lo que creí.

Antes de decir “me va a ir bien, me va a ir bien”, declará: “Todo lo que haga me saldrá bien”. Esto es fe, es hablar lo que Dios me prometió y usar las palabras que Él usa. No es cuestión de repetir, es cuestión de poner fe a lo que estoy determinando.

“Todo lo que haga me saldrá bien”.

¿Entonces con sólo declarar una vez alcanza? Muchas veces sí y otras no. Hay momentos donde soltás una palabra para una situación de tu presente y hay momentos donde soltás la palabra para algo que vendrá con el tiempo.

Sin embargo, aunque esa palabra no sea para hoy, porque quizás me tenga que preparar para ella, tampoco necesito repetirla. Lo que necesito es acrecentarla, hacerla crecer con fe y no perderla.

¿Cómo hacemos para no perderla? Visualizándola.

Tengo que verla, tengo que soñarla, tengo que agregarle cosas, sumarle, tal vez, otra declaración, refrescar la palabra. Cuando una palabra crece, se vuelve más certera, y es imposible no concretarla porque la palabra está envuelta de la fe que ha estado creciendo y alimentándola.

Habacuc escribe: “Aunque la visión tardare, se cumplirá” (Habacuc 2:3).

No dejes de esperar la visión que Dios te dio. Se cumplirá. Cada vez que la ves, la estás creyendo más y más.

“Aunque la visión tardare, se cumplirá”.

Muchas otras veces, nos sucede algo en particular con aquello que soltamos y no dejamos de esperar. Y es que nos atamos, nos acostumbramos de una manera incorrecta a una palabra. Por años puedo estar declarando lo mismo y no obtenerlo. Por esto, es probable que tengas que desatarte de ella, no de la palabra, no de la promesa, sino de la manera en que estás declarando o esperando.

Quizá ya estés cansado, tal vez llores tu declaración y así es como la fe vuelve a dejar de funcionar.

Sabemos que la fe es tosca, la fe se arremete, es poderosa. En­tonces, ¿cómo estás hablando lo que estás soltando para tu vida? ¿Qué estás haciendo para renovar la palabra?

Cuando oís a Dios, tu fe crece y eso hace que te determines a ponerte de acuerdo con lo que Él dice.

¡Ponete de acuerdo con Dios! Cuando lo hacés, estás haciendo un pacto con el dueño de todo, así que por ende, da por hecha tu bendición.

¡Ponete de acuerdo con Dios!

¿Estás creyendo lo que Dios te dijo? Porque Él sí cree lo que ha dicho de vos. Tu Fe se sostiene por Su fe. Si creo en mí mismo, es porque un día Él creyó en mí.

Él me ha dado fe para creer. Tu boca es poderosa, abrila y con­fesá la palabra.

La vida de un hijo de Dios es una aventura, es un riesgo a tomar todos los días y da resultados cuando uno se dirige a accionar con Fe, creyendo y no repitiendo sin sentido alguno. ¡No hay límites para los hijos de Dios!

Extracto del libro “60 Principios de Fe”

Por Bernardo Stamateas

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