Fe + Confesión de Fe = Resultados Extraordinarios

Fe + Confesión de Fe = Resultados Extraordinarios

 

Muchas veces nos sucede que nos olvidamos de las prome­sas que Dios nos hizo. ¿Te pasó alguna vez? Son esos mo­mentos donde todo está mal y creemos que Dios está mirando hacia otro lado. Pero, en realidad no es así.

Él nunca olvida lo que te prometió. Al contrario, te quiere re­cordar que sos una tierra llena de semillas y sos el encargado de cuidarlas y hacerlas crecer hasta que den fruto. ¿Cómo las cuidásí Con tus palabras, así que ¡¡a hablar bien se ha dicho!!

El fruto es la realidad de la promesa.

Dios nunca olvida lo que me prometió.

Si la fe es la convicción de lo que espero, esperaré la recompen­sa.

Ahora bien, tengo que saber qué le pedí a Dios y qué Dios me prometió acerca de eso.Porque generalmente pasa, que de re­pente, nos acordamos y decimos: “Uy, cierto que yo le había pedido esto, pero ya está, ahora quiero otra cosa”. “Uy, aho­ra me vengo a acordar de eso, cuánto tiempo pasó, ya está…” “Uy, otra cosa más me estoy acordando, pero no la creí mucho, ¿pasarme a mí?, me parece muy loco”.

Y así Dios no trabaja y tampoco entiende.

Si Dios te prometió que “por su llaga fuiste sanado”, hasta que te mueras tenés que confesarlo: “Por su llaga estoy sano”, aunque hoy tu salud no sea la mejor, volvé a decir: “Por su llaga estoy sano”. El problema aparece cuando, por ejemplo, no querés sa­narte o no creés que Dios pueda hacerlo.

¿Sabías que hay gente que prefiere quedarse como está? Tienen la posibilidad de estar mejor, pero la rechazan.

Pero si vos hoy querés sanarte y lograr lo que hace años estás necesitando, tenés que confesar lo que Dios te prometió y man­tenerte en la confesión que hiciste. Muchas cosas no llegan a nuestra vida porque las abandonamos a mitad de camino. Las dejamos de esperar o de llamar y Jesús dijo:“Llama a lo que no es como si fuese”.

¿Seguís llamando a las cosas que esperásí ¿O te cansaste? ¡No te canses ni desmayes!

Tenés que confesar lo que Dios te prometió y mantenerte en la confesión.

Aunque estés pasando hambre, declará: “Mi Dios suplirá todo lo que necesito conforme a sus riquezas”. Mantené tu confesión aunque no la creas, mantenéla porque el enemigo sabe que si mantenés tu confesión, él deberá darte lo que te robó.

Si te mantenés firme, deberá devolverte lo que te quitó. NO cambies tu confesión.

Eso sí, ante todo, decidí qué querés que Dios te traiga. Al “lugar” de la confesión es hacia donde la respuesta de Dios se dirige. ¿Vas a estar allí?

No te corras de donde te propusiste estar.

Por eso, si Dios te dio un sueño, comenzá a decir: “Lo haré en su nombre”, “Todo lo puedo en Cristo”. Si todo te fue al revés, no es un problema, seguí manteniendo tu confesión.

Pablo dice que el espíritu de fe es: “creí, por lo cual hablé”.

Ahora te toca a vos. Creé y hablá, alineá tu corazón a tu boca. Ponelos en sintonía. Cuando hablás lo que Dios te prometió y no lo dejás de confesar, sino que te enfocás en eso cada vez más, lo vas a ver cumplido. Tu boca tiene que hablarlo hasta que se cumpla sí o sí.

Las promesas en Dios son sí y Amén.

No creas lo que se dice por ahí, ni lo que la gente diga. Las per­sonas cambiamos todos los días. Hoy podemos pensar una cosa y mañana otra. Sólo necesitás de una voz, de la voz que te dice que creas, confieses, te mantengas y vayas directo a tomar lo que Él te prometió. “Todo lo que hagas te saldrá bien”.

Extracto del libro “60 Principios de Fe”

Por Bernardo Stamateas

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