Devocional Diario – El extremo

Devocional Diario – El extremo

«Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó.» Lucas 15:20 (NVI)

Dice corintios que el amor todo lo sufre, todo lo cree y todo lo soporta. Pero esto parece ser una verdad demasiado extrema. Como solemos decir en Argentina, los extremos son malos. Por mucho o por poco, lo mejor siempre es estar en un punto medio. El equilibrio es lo más recomendable. Esta realidad humana, tiene mucha aceptación; pero no aplica en los conceptos divinos. Para Dios, los extremos siempre son buenos, excelentemente buenos.

Cuando el hijo menor le pidió al padre la parte de su herencia que le correspondía, se anticipó. La herencia se reparte al momento de la muerte del padre. Era una forma de decirle: quisiera que te mueras, pero como seguís vivo, anticípame lo que me va a corresponder. No le importó el dolor que generaba con su pedido, ni con su partida, ni con su olvido. Se fue y malgastó toda su fortuna viviendo perdidamente.

El verso 20 nos muestra la actitud del padre desde el día que el hijo se fue hasta que volvió. No sabemos cuánto tiempo fue, pero no fueron pocos días. Tal vez fueron años. Y en cada espera mirando el horizonte, la mente del padre pensaba. ¿Qué pensamiento era el más recurrente? ¿En qué centraba su recuerdo?

Lo que demostró fue que en lugar de pensar en el dolor que su hijo le había causado, en el perjuicio económico y financiero que había provocado, en el vacío del hogar que había dejado, en los problemas para encontrar un reemplazante en los trabajos que atendía, en la silla vacía al momento de cada comida, en la tristeza del abandono, este padre estaba deseando y anhelando que su hijo vuelva.

No le importó lo que había sufrido, ni el tiempo que había esperado, no escuchó la disculpa de su hijo ni la estaba esperando. No hubo reproches, ni quejas, ni pase de facturas. Apenas lo vio de lejos, porque lo estaba esperando, como cada día desde el momento de su partida, lo fue a buscar corriendo, lo abrazó y lo llenó de besos.

¡No hay amor como el de Dios, que te sigue esperando para que vuelvas a su lado!

REFLEXIÓN – Dios tiene un amor extremo.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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