La Biblia – Aférrate a la Palabra de Dios

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En un mundo cambiante, necesitamos aferrarnos a las escrituras

«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí» Juan 5:39

Las palabras del Señor, pronunciadas hace dos mil años atrás, cobran vigencia en el presente. Como nunca antes, hoy necesitamos aferrarnos a las Escrituras, tanto en nuestra militancia cristiana como en nuestra vida profesional.

Por eso, aprovechando la celebración de este congreso, vengo a pedirles que meditemos juntos en algunas verdades que deseo resaltar:

El mundo de hoy

Nos ha tocado vivir en medio de gente emocionalmente frágil. La realidad nos indica que el mundo de hoy ha perdido la fe. Si alguna vez el hombre confió en Dios para guiar su camino, y al llegar a la modernidad lo reemplazó por la razón, creyendo que la ciencia iba a resolver todas nuestras interrogantes, el mundo actual ha perdido la fe en todo, ya no cree en nada y, básicamente se sostiene en supersticiones. La diferencia entre fe y superstición es importante. El hombre tiene fe cuando cree que hay un Dios, con principios y autoridad, que gobierna y decide, y por lo tanto intenta obedecer y seguir el camino que le trazaron[1]. El hombre tiene superstición cuando no sabe lo que cree, tiene una mescolanza en la cabeza, pero se aferra a ritos, ceremonias, amuletos, mantras y todo tipo de fórmulas repetitivas, que logran calmarlo y lo llevan a creer que, sin necesidad de comprender, ganará el favor de la divinidad[2]. El mundo está lleno de paradojas: No sólo ha perdido la fe, también ha regresado a la superstición.

El mundo ha dejado de ser optimista, aunque hoy la ciencia ha vuelto realidad lo que ayer fuera ciencia ficción. El internet, la informática, robótica y genética están en la cúspide, creando una sociedad que sólo cabía en la imaginación de los productores de Hollywood. El mundo ha acortado distancias: La gente está comunicada, lo que sucede en el otro extremo de la tierra repercute en las costas del Callao. He aquí otra contradicción: En un mundo donde todos estamos cerca, la persona se siente sola; nos dicen que el ser humano es el centro del mundo, pero no dicen quien[3] es el centro. El mundo se ha deshumanizado, y la mayoría termina siendo víctima del egoísmo y ambición de los otros; la solidaridad, tolerancia y bondad han sido reemplazadas por el espíritu competitivo y la presión de alcanzar logros, aunque alcanzándolos, la gente siga sintiéndose incomprendida e ignorada.

El mundo ha dejado de ser racional y se vuelto extremadamente sentimental. Aunque se parecen en algo, no es lo mismo «sentimentalismo» que «espiritualidad». Hasta la iglesia, que en los últimos tiempos se ha vuelto primordialmente sentimental, ha dejado de ser espiritual. Los sentimientos son el campo de batalla de intereses económicos, la gente ya no compra porque necesita sino porque le hace sentir bien, y eso es consecuencia directa del marketing. Los sentimientos son cambiantes, dependen del ciclo hormonal, de la coyuntura económica, de las experiencias pasadas, del clima, etc.

El mundo es inestable y aquí está su fragilidad; lo que no significa que sea horrible. El mundo es frágil en el sentido de delicado y valioso, y por ello necesitamos encontrar un ancla donde afirmar nuestra vida: La Biblia

La tarea de un creyente

Echar una mirada a las características del mundo actual es importante, pero no sólo para conocer sino para servir mejor. No basta conocer, debemos revisar el ministerio que desarrollamos, ver, entender, interpretar y aplicar. De eso se trata, de ejercer un ministerio que responda eficazmente a la generación en la que nos ha tocado servir.

1. En mundo cambiante, los creyentes debemos honrar al Creador siendo creativos.

El cristianismo debe responder a las necesidades del presente. Las personas necesitan ser oídas, consideradas y respetadas. Nosotros necesitamos pensar y actuar de tal manera que esas necesidades sean satisfechas en la dinámica de nuestras congregaciones. Si no lo hacemos, las ovejas buscaran espacios donde sentirse satisfechos, o en el peor de los casos, olvidaran la opción de ser cristianos porque «no paso nada».

El cristianismo no puede continuar vestido con el mismo ropaje de épocas antiguas, necesitamos ser creativos para expresar los principios eternos en un lenguaje actual. Eso no significa cambiar la sustancia sino cambiar la forma, pero tiene una profunda base bíblica y apostólica «… me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles» 1 Corintios 9:22

En vez de vivir en medio del Reino debemos vivir en el límite, sólo así lograremos extender nuestras estacas. Jesús uso la figura de barcas llena de pescadores curtidos, que deben vencer al mar agitado y arrebatarle peces[4], con ello quiso decirnos que las iglesias deben lanzarse al mar agitado del mundo en vez de vivir en la tranquilidad del muelle, y que los pastores debemos vivir en la cubierta del barco, ayudando y esforzándonos porque todos hagan su labor, en vez de pasar tiempo en el muelle, disfrutando de una vida tranquila y sin sobresaltos.

2. En un mundo cambiante, el creyente debe mostrar genuino interés por cada persona.

No estoy en contra de iglesias grandes, yo mismo estoy trabajando para levantar una iglesia grande; es más, creo que Dios quiere que las iglesias sean grandes. Lo que estoy diciendo es que necesitamos definir bien nuestro propósito: Deseamos que la iglesia sea grande o anhelamos que las personas sean salvas, parece lo mismo pero encierra una sutil diferencia.

Es preciso diferenciar entre «convertido y «prosélito». El convertido es una persona en medio de un proceso que terminará en la patria celestial, cuando compruebe que llegó a ser semejante a Jesús. El prosélito es un número en la maquinaria de la religión, un peón que enrolamos para cumplir una tarea, para que sume a la gran visión de avanzar y conquistar. Las religiones y los partidos políticos tienen prosélitos, la iglesia cristiana tiene convertidos.

La conversión pone énfasis en la transformación y el carácter. Tenemos que reconocerlo: el evangelismo a veces a puesto énfasis en los números, la grandeza y el impacto, ha comenzado buscando la gloria de Dios pero se ha entretenido en recibir la gloria de unos cuantos ungidos que descubrieron la fórmula mágica del éxito.

Cumplir la Gran Comisión comienza con el anuncio, busca la decisión y se fortalece en el discipulado. La Gran Comisión necesita del discipulado, y el discipulado sólo funciona en el trato personal, directo, individualizado que establecemos con las ovejas. No podemos perder el genuino interés por cada persona.

3. En un mundo cambiante, el creyente más que conservador debe ser transformador

La gente el día de hoy busca sentirse feliz. A la gente no le basta con cubrir necesidades básicas. Sin importar el nivel económico, la gente busca y compra felicidad (como sinónimo de alegría). El «sueño americano» se ha vuelto universal, y en todas partes se privilegia la manera de alcanzarlo: Ya sea haciendo dinero o despilfarrándolo en vicios que traen pobreza e ignorancia.

Predicamos contra el pecado, denunciamos la maldad, llamamos al arrepentimiento, pero en la profundidad de cada alma yace enfermo y angustiado, el anhelo de ser felices y estar alegres. Jesús nos ofreció una vida abundante, Pablo nos llamó a estar súper alegres y en la eternidad disfrutaremos a rabiar, ¿qué estamos haciendo para que la gente sea feliz?

La iglesia no puede ser aburrida, los pastores no pueden ser taciturnos, los creyentes no pueden estar apagados. La iglesia debe estar llena de alegría (para que no suene feo, digamos «gozo»), los pastores debemos sentirnos realizados y los creyentes deberían ser llamativamente felices.

Antes de aventurarnos a realizar cambios cosméticos (liturgia, vestimenta, colores, etc.) que son necesarios, debemos renovar la mente y el corazón (ver Colosenses 3:10), debemos renovar el entendimiento (ver Romanos 12:2) y sobre todo, debemos sumergirnos en el manantial fresco del Espíritu Santo (ver Juan 7:38). No se trata de cambiar de imagen sino de continuar cambiando, desde adentro hacia afuera. Todavía necesitamos cambiar la mente y el corazón.

Conclusión

Mostrar a Jesús en medio de una generación emocionalmente frágil es nuestra tarea. No pedimos esta responsabilidad, nos toco por voluntad de Dios. Los principios eternos, que han guiado a la iglesia durante los primeros veinte siglos están a nuestra disposición; pero las formas tienen que cambiar.

Cambiar implica correr riesgos, asumir costos, cometer errores; pero de eso trata, de vivir la fe desde nuestra humanidad, con temor y temblor, humilde y pacientemente. El Señor Jesús declaró: «El reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él» Mateo 11:12, queriendo decir que debemos tener la valentía de vivir en el límite, de aventurarnos a formas creativas, de buscar una expresión de fe que sea pertinente al mundo actual.

El mundo es frágil, y nosotros debemos ser cuidadosos, pacientes, respetuosos de cada persona, considerando que la imagen de Dios está en cada hombre y mujer bajo nuestra responsabilidad. Antes que presionar, discutir o pelear, tenemos que dar muestra de cambio y transformación, ¿qué puede ser más fuerte que el testimonio de una vida cambiada?

Pastor Miguel A. Bardales

[1] La fe implica doctrina, y el hombre de fe será uno que aprende y aplica la doctrina a la vida diaria. Aun las religiones primitivas conceptuaban la existencia de Dios o dioses, que en todo caso, establecían formas y métodos para comunicarse. Es evidente, que en el caso de las religiones paganas, las expresiones religiosas fueron pocas y la superstición mucha; lo que no significa que en la actualidad, la «religión cristiana» en sus muchas expresiones tenga elementos revelados y también superstición, ¿no les parece?

[2] Lamentablemente, la iglesia cristiana se ha impregnado de superstición. Hoy, para recibir la bendición de Dios no se necesita comprender, tampoco obedecer, sólo se precisa cumplir con la oración o pacto, y todo terminará bien, ¿acaso no es una forma de superstición?

[3] La expresión «ser humano» es la forma más despersonalizada de definirnos. Las personas tienen nombre y sentido de identidad, y en el mundo de hoy a nadie parece importarle quién es, qué hace y cómo está la persona de al lado.

[4] La historia de Mateo 5:4-6 nos muestra una faena agitada y esforzada. La imaginación nos lleva a pensar que pescar es sinónimo de tranquilidad, pero la verdad es que pescar es un trabajo riesgoso y agotador.

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