Siempre sensibles a la palabra de Dios

La Sensibilidad - sensiblesSensibles al mandamiento de Dios

«Y les daré un corazón y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos: y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan.» Ezequiel 11:19-20 (RVR)

El barrio de San Telmo es el barrio más antiguo de la Ciudad de Buenos Aires, hoy se cuida como barrio histórico y todavía se conservan algunas casas de antes de la revolución de Mayo en 1810. Esta parte de la ciudad, además de ser pintoresca y muy turística tiene una cualidad adicional. Sus calles no son de asfalto. Son de adoquines. El adoquín es una piedra cuadrada o rectangular un poco más grande que la palma de una mano.

En tiempos cuando no existía el cemento ni el asfalto, era la mejor manera de evitar el barro en una calle transitada. Los adoquines puestos con cuidado uno al lado del otro, simulan una pared que aunque se moje, no pierde su dureza. Y de esa manera se evitaba el barro.

La piedra es dura, y además es impermeable. No permite que nada pase. Trabaje varios años en el barrio de San Telmo y caminé muchas veces por esas calles. El domingo estaban predicando de este texto y mi mente voló a aquellos días. La piedra es insensible. No se conmueve, ni le importa quien esté caminando arriba. No se inmuta.

Por eso le duele tanto a Dios la insensibilidad de su pueblo. ¿Cómo alguien puede ser tan duro como para no dejarse seducir por las palabras de amor de Dios para el ser humano? ¿Cómo alguien puede ser tan impermeable como para evitar que los mandamientos de Dios impacten en su conducta, en su mente y en sus hábitosí

La respuesta es simple, solo hay que mirarse para adentro y nos daremos cuenta que muchas veces hoy actuamos como aquellos israelitas. Y tenemos la misma firmeza tonta de un adoquín. Somos impermeables a los consejos divinos. Somos insensibles a sus pedidos. Y lo más terrible es que tenemos su Espíritu en nosotros, pero permanecemos sordos a sus reclamos.

Dios desea cambiarnos el corazón y que eso se manifieste en obediencia. No hay mucho misterio ni secreto en esto. No hace falta una operación a corazón abierto para conocer nuestro interior. Alcanza con ver nuestros actos. Si tu vida obedece los parámetros divinos, tu corazón es sensible a Dios.

«Y les daré un corazón y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos: y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan.» Ezequiel 11:19-20 (RVR)

REFLEXIÓN – ¿Carne o piedra?

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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