El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano – Charles Spurgeon

Charles Spurgeon PhotoEl Púlpito del Tabernáculo Metropolitano Ecce Rex NO. 1353
Un sermón predicado la mañana del Domingo 6 de mayo, 1877
por Charles Haddon Spurgeon En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

«Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Juan 19: 14.

Sermones

Pilato expresó con esto mucho más de lo que era su intención decir, y, por tanto, no restringiremos nuestra consideración de sus palabras a lo que él quiso decir. Juan nos informa comentando de Caifás, «Esto no lo dijo por sí mismo,» y nosotros podemos decir lo mismo de Pilato. Todo lo que fue dicho o hecho en conexión con el Salvador durante el día de Su crucifixión, rebosa de significado, está muchísimo más cargado de significado de lo que los propios participantes o actores pensaban. Incluso lo trivial se torna solemne y grave, cuando es transformado por la cruz. Cuando Caifás afirmó que era conveniente que un hombre muriera por el pueblo, y no que toda la nación pereciera, no se imaginaba que estaba enunciando el grandioso Evangelio de la sustitución. Cuando el pueblo judío clamó delante de Pilato: «Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos,» no tenían la menor idea de la sentencia que estaban solicitando sobre ellos mismos, que tendría su cumplimiento inicial durante el sitio de Jerusalén, y que les perseguiría, como una negra nube suspendida sobre su raza, durante muchos siglos.
Cuando el soldado le abrió el costado con una lanza, no se imaginaba que estaba extrayendo, delante de los ojos de todos, la sangre y el agua que son para la iglesia entera, los emblemas de la doble purificación que encontramos en Jesús, la purificación mediante la sangre expiatoria y la gracia santificante.

Cuando vino la plenitud del tiempo, todas las cosas desbordaban plenitud. Cada acontecimiento en aquel pasmoso día revelaba grande misterio, y cada movimiento y cada palabra de nuestro Señor y de quienes le rodeaban, enseñaban algún evangelio o inculcaban una lección. Mientras que en ciertos días la frivolidad gobierna la hora, y queda muy poco de valor de lo mucho que se habla, en el día de la pasión, aun los más indiferentes hablaron como hombres inspirados. Pilato, ese espíritu indeciso y sin un criterio propio, se expresó con un lenguaje de tanto peso como si él también hubiera estado entre los profetas. Su declaración de la inocencia de nuestro Señor, su mención de Barrabás, la inscripción que escribió para ser fijada sobre la cabeza de Jesús, y muchos otros asuntos, todo ello estaba cargado de instrucción.

Pilato presentó a Jesús ante los judíos vestido con ropas de escarnio, y les dijo: «Ecce Rex» – «¡He aquí a vuestro Rey!» Pero la simiente de Abraham le rechazó como su Rey; mas no nos acordamos de esa infeliz nación para echarle la culpa, sino para que tengamos presente que nosotros también podemos caer en el mismo pecado. Como nación favorecida con el Evangelio en muchos aspectos, gozamos de la misma condición privilegiada que disfrutaron los judíos. A nosotros se nos da a conocer la palabra de Dios; los oráculos de Dios son puestos bajo nuestra custodia, y nosotros, aunque por naturaleza somos ramas de olivo silvestre, estamos injertados en ese tronco propicio del que Israel ha sido desgajado por un tiempo. ¿Demostraremos que somos igualmente indignosí ¿Será encontrado culpable alguno de nosotros de la sangre de Jesúsí Jesús nos es predicado en este día; ¿lo estamos rechazando? El sufriente Mesías será presentado nuevamente esta mañana, no por Pilato, sino por uno que ansía honrarle, y cuando esté delante de ustedes, y sea proclamado otra vez con la palabras «¡He aquí vuestro Rey!»
¿gritarán ustedes también : «¡Fuera, fuera!»?

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