La Regla del Orden

«Amen al Señor su Dios y cumplan siempre sus ordenanzas, preceptos, normas y mandamientos.» Deuteronomio 11:1 (NVI)

Cuando era chico, del pentateuco solo me gustaba el libro de Génesis. Tenía muchas historias interesantes que fueron la base de muchas clases de la escuela dominical. Pero para mi mente de niño, los demás libros resultaban demasiado áridos. Dejaban demasiados datos, reglas, comentarios, y normas que no tenían nada que ver con mi vida cotidiana. ¿Para qué me podía servir saber cómo cortar un becerro en holocausto a Dios si ni siquiera tenía un gato por mascota?

Así que fueron libros que no leía con frecuencia. Era mucho más divertido y práctico leer un evangelio, una carta de Pablo o algún salmo que los libros del Pentateuco. Gracias a Dios, Él me tuvo paciencia y esperó hasta que yo madurara un poco y pudiera comprender el por qué dejó escrito lo que dicen estos libros. Con el paso del tiempo y la necesaria dedicación fui comprendiendo con mayor profundidad, las grandes verdades que Dios dejó reveladas en Su Libro.

Y pude descubrir que tenía razón Pablo cuando dijo que toda la Escritura es inspirada por Dios. Incluso el Pentateuco. Y descubrí con fascinación que este libro de Deuteronomio tiene cientos de reglas de conducta que si bien se debían aplicar al pueblo de Israel mientras caminaba por el desierto y fueron utilizadas como leyes en sus ciudades, son extremadamente útiles hoy en nuestro siglo XXI.

En particular, esta regla del orden divino es básica y fundamental. Vivimos en tiempos demasiado light donde la palabra no vale, donde hablamos sin saber o sin fundamento y demandamos que nos crean. Pero no sostenemos nuestras palabras con hechos. Dice un viejo dicho «Tus hechos gritan tan fuerte que no puede escuchar lo que dicen tus palabras», y entonces vemos que el antiguo precepto del orden divino, se sigue cumpliendo.

¿Qué dijo Diosí Primero hay que amar a Dios y luego hay que demostrarlo con hechos. La obediencia es un hecho concreto y visible. El amor no puede verse, ni tocarse, ni olerse. Pero su consecuencia es bien visible. Lo vemos en un beso, un abrazo, en escuchar a la esposa, en prestar atención, en acompañar, en un mail, en un mensajito. Con Dios es igual. Si de verdad amamos a Dios, debemos obedecerle.

REFLEXIÓN¿Cumplís la regla del orden?

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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