Perfeccionados por el sufrimiento Parte 1

Perfeccionados por el sufrimiento. Parte 1

“…DIOS, POR MEDIO DEL SUFRIMIENTO, TENÍA QUE HACER PERFECTO A JESUCRISTO…” (Hebreos 2:10 DHH)

Ninguno de nosotros ha sufrido, ni de lejos, lo que padeció Jesús en la cruz; y sin embargo, siempre estamos huyendo del sufrimiento. Nadie puede escapar al mismo; unas veces es la pérdida de un empleo, o una enfermedad degenerativa, un divorcio doloroso, etc. Jesús también “…aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia” (Hebreos 5:8). El sufrimiento es una experiencia de aprendizaje dolorosa. La Biblia dice: “…Por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo…” (Hebreos 2:10 DHH). Philipp Yancey comenta: “Dios entendía lo que era el dolor físico, puesto que Él creó el sistema nervioso que conduce las sensaciones a nuestro cerebro… pero ¿había sentido dolor físico algún espíritu? No, hasta la Encarnación de Jesús. En los treinta y tres años de su vida en la tierra, éste fue testigo de disputas familiares… rechazado socialmente… recibió abuso verbal y fue traicionado. Y también pasó por el tormento físico. En la tierra Dios experimentó en carne propia el que un acusador le dejara la mano marcada en la cara de una bofetada… el que un gran clavo de hierro le traspasara los músculos, los tendones y la piel. Gracias a estas experiencias de Jesús, Dios escucha nuestros gemidos con gran cuidado y compasión.

El autor del libro de Hebreos afirma que todo cuanto padecemos, Dios ya lo ha sufrido antes también. “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Tenemos un sumo sacerdote que se ha graduado en la universidad del sufrimiento y “puede mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados…” (Hebreos 5:2)... Ya no tenemos que clamar al abismo: ‘Dios, ¿estás escuchando?’ Al unirse a nosotros en la tierra, Jesús dio una prueba histórica y visible de que Dios escucha nuestro gemir… y que gime con nosotros.” ¡Es un tremendo consuelo!

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