El Cristiano y Compromiso total

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El Cristiano y Compromiso total

«…A FIN DE EXALTARTE SOBRE TODAS LAS NACIONES QUE HIZO, PARA LOOR, FAMA Y GLORIA» (Deuteronomio 26:19)

Imagina cómo te honraría si un presidente o primer ministro decidiera visitarte y pasar la noche en tu casa. Seguro que no dejarías los platos sucios en la pila, ni ropa tirada por el suelo, ni la bañera sucia. ¡Tendrías la casa impecable! Y no le permitirías dormir en el garaje, ni en la habitación pequeña, ni en el desván; te saldrías de la mejor habitación para dejársela al dignatario. Te dispondrías a honrarlo lo mejor posible para corresponder con la deferencia que él demostró hacia ti al visitarte. Leamos esto: «Has declarado solemnemente hoy que el Señor es tu Dios, que andarás en sus caminos, que guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos, y que escucharás su voz. Y el Señor ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha prometido, para que guardes todos sus mandamientos; a fin de exaltarte sobre todas las naciones que hizo, para loor, fama y gloria…» (Deuteronomio 26:17-19).

Analicemos algo más. Cuando los sacerdotes del Antiguo Testamento entraban en el ministerio, participaban en un rito llamado «consagración». Desde ese momento pertenecían a Dios en exclusiva y se comprometían a obedecerle en todo. Tal vez te preguntes: ‘¿Y qué tiene eso que ver conmigo?’ Pues mucho: si quieres que Dios te use, te promueva y te honre, no puedes ponerlo a Él en compartimentos estancos ni marginarlo. Tienes que comprometerte a cumplir su voluntad. Y eso abarca tu tiempo, tus talentos, tus tesoros, tu cuerpo, alma y espíritu, es decir, todo. Dios demanda un «compromiso total».

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