Las comparaciones son odiosas. Parte 4

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Las comparaciones son odiosas. Parte 4

«HAY DIVERSIDAD DE DONES, PERO EL ESPÍRITU ES EL MISMO» (1 Corintios 12:4)

Por muy bueno que seas, nunca lograrás ser alguien que no eres. No caigas en la trampa de querer asumir la reputación de otra persona. El recién casado le dice a su esposa: ‘Mi madre cocina mejor el pollo que tú.’ A lo que la mujer responde: ‘Pues dile a tu madre que venga aquí y te haga la comida.’ Si quieres que tu mujer se destaque en la cocina, anímala y felicítala por lo que hace; y no la compares con nadie. ¡Las comparaciones minan las relaciones! El Salmista describe al hombre recto «como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo…» (Salmo 1:3). 
El buen agricultor sabe tres cosas de los árboles: 

1) Un manzano únicamente puede dar manzanas.

2) Un manzano da manzanas sólo en la estación adecuada.

3) No se deben recoger las manzanas antes de tiempo.

Cuando la hija de un renombrado predicador fue presentada en un canal de televisión, enseguida recibió invitaciones de varias iglesias para predicar. Pero su padre dijo: ‘No, déjenla en paz. No voy a permitir que ella sea absorbida por el sistema y que la comparen desfavorablemente con su padre, con su madre o con cualquier otra persona; quiero que mi hija sea ella misma.’ ¡Un consejo muy sabio! Escribe Pablo: «…Que seamos para alabanza de su gloria» (Efesios 1:12). Cuando estás seguro de quién eres y de tu identidad en Cristo, el ser tú mismo le da gloria a Dios. Por ello, puedes decir: ‘Señor, estoy agradecido de ser quien soy; no volveré a quejarme ni desearé ser nadie más.»

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