La Parábola del Hijo Pródigo: No seas como el hermano mayor

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«HIJO MÍO…TODO LO QUE TENGO ES TUYO» (Lucas 15:31 NVI)

En la parábola del Hijo Pródigo, Jesús se dirige a dos grupos de personas: a la gente normal y corriente y a las autoridades religiosas, quienes se quejaban de que Jesús «recibía a los pecadores» (Lucas 15:2). Conocemos la historia: el Hijo Pródigo dilapidó su fortuna y acabó en una pocilga de cerdos. Más tarde, cuando regresó a casa, su padre dio una gran fiesta en su honor. Pero el hermano mayor no quiso asistir a la misma, aludiendo lo siguiente:

«…Tantos años hace que te sirvo… y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. Él [padre] entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas» (Lucas 15:29-31). Eso mismo se oye en las iglesias de parte de aquellos que se ensalzan a sí mismos, haciendo de menos a otros.

La realidad es que los dos hermanos pasaron tiempo en la pocilga: el pequeño, en la pocilga de la rebeldía, el mayor, en la del resentimiento. El uno llegó a casa y fue bienvenido, el otro, se quedó en casa y se revolcó en su propia pretensión de superioridad moral. Debido a esa actitud sentenciosa, el hermano mayor acabó perdiendo más que el pequeño:

1) No experimentó el gozo de saber cuánto le amaba su padre.

2) Como primogénito, tenía derecho al doble de la herencia de su padre; sin embargo, no fue capaz de disfrutar de ella ni siquiera un poco.

3) Su hermano menor llegó humillado y herido. Hubiera sido una oportunidad maravillosa para perdonarlo, demostrarle misericordia, ayudarle a restaurarse y tener una relación fraternal enriquecedora. Pero se perdió todo eso debido a su resentimiento.

¡No seas, pues, como el hermano mayor!

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