Los Regalos de Jesus

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jesus regalosLos Regalos de Jesús

«Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.» Mateo 2:11 (NVI)

Fuimos a un shopping para hacer compras, y Juampi y Connie se sorprendieron viendo a los tres reyes magos que se sacaban fotos. Connie que todavía es inocente, me preguntó, ¿pa, esos sos truchos o son los de verdad? Le expliqué que estaban para que los chicos se saquen una foto y eso calmó su inquietud. Pero no sus ansias de regalos.

Mientras veíamos a estos actores, recordé este pasaje. No se menciona que fueran tres, pero algo es seguro. Estos sabios de oriente estaban buscando al Mesías. No iban haciendo turismo, ni llegaron a Belén de casualidad. Estaban buscando a Jesucristo. Y cuando lo encuentran hacen dos cosas. Primero lo adoran y luego les dan sus regalos.

Esto que Mateo comenta en un párrafo requirió mucho trabajo. Nadie sabe cuanto tiempo estuvieron de viaje, pero cualquier paquete, luego de tres horas de camello resulta pesado, incómodo y difícil de manejar. Y después de un largo camino, de muchas dudas (no es fácil seguir una estrella sin un GPS), de muchos interrogantes y conflictos, finalmente llegaron al lugar.

Seguramente se sorprendieron cuando hallaron al pequeño bebé en un lugar tan humilde. Esperaban un palacio. Pero Dios tenía otros planes. Incómodos y cansados estos hombres hicieron lo que habían venido a hacer. Adoraron a Dios. Reconocieron su grandeza, su dignidad, su eternidad, su poder y su amor. No le pidieron nada, no le agradecieron nada. Solamente bendijeron a Dios y dieron gloria a su Nombre. ¿Qué habrá pensado José en ese momento?

Y luego de un tiempo de adoración, ellos entregaron sus presentes. Habían llegado preparados. Se habían esforzado en traer lo mejor que tenían y lo dieron.

Mientras escribía esto, pensaba en lo débil de mi adoración personal, en la falta de preparación con la que llego algunos domingos a la reunión de adoración, en lo mucho que me cuesta concentrarme una hora y adorar al Gran Rey, en lo pobre de mis regalos, ofrendas y promesas. En mi facilidad para llegar a la casa de Dios en auto y poder descansar en mi casa luego del culto.

Ellos adoraron y dieron lo mejor que tenía, sin excusas, sin mediocridad, con amor y devoción.

REFLEXIÓN – ¿sos como uno de los sabios de oriente?

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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