La Resolución de Conflictos en la Vida Cristiana

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JohnEdmiston-200x200La Resolución de Conflictos en la Vida Cristiana

por John Edminston

Si usted es como yo, no le agradan los conflictos y cree que si no aprende a manejarlos, tal vez no tenga que hacerles frente. Sin embargo, el conflicto es tan inevitable para los cristianos que Pablo le dice a Timoteo:

«todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Ti. 3:12).

Muchos cristianos consideran que estar en conflicto es estar en pecado. Al conflicto no se lo ve como parte normal de la vida cristiana. Sin embargo, Jesucristo nos enseñó bastante detalladamente cómo tratar con el conflicto, y Proverbios contiene secciones enteras sobre el tema.

El conflicto resulta inevitable por tres razones:

(a) Nuestro conocimiento es incompleto e imperfecto, de manera que aun en un mundo perfecto la gente sin pecado verá la misma situación de manera diferente según su propio conocimiento y perspectivas.

(b) Satanás trama conflictos cuando y donde sea posible, especialmente entre cristianos. Satanás nos pone en conflicto con nosotros mismos, con Dios, y entre nosotros.

(c) Conscientemente entramos en conflicto con el mal cada vez que proclamamos el evangelio, predicamos la santidad, presentamos objeciones contra el pecado en nuestra sociedad, enseñamos en contra de las sectas o testificamos de Cristo en medio de un mundo que no quiere cambiar.

De modo que el conflicto está presente de manera permanente y debemos aprender a manejarlo cristianamente hasta tanto Cristo regrese a llevarnos al cielo, donde no habrá más llanto ni enfermedad ni dolor.

Este artículo ofrece doce consejos prácticos sobre cómo manejar el conflicto en la vida de una manera cristiana.

1. Esté ante la presencia de Dios hasta tener la perspectiva divina sobre el conflicto.

No actúe ni hable imprudentemente, por enojo o por sentir que las cosas son injustas. Es algo que Moisés tuvo que aprender; su impetuoso mal genio en situaciones conflictivas le costó 40 años en el desierto en una oportunidad, y el no entrar en la Tierra Prometida en otra ocasión. Sin embargo, cuando Moisés obtuvo la perspectiva divina de las situaciones, pudo interceder con poder y resolver hasta las situaciones más difíciles tales como apostasía nacional y adoración de ídolos, rebelión religiosa y luchas de poder.

2. Recuerde que Dios es más grande que el problema.

El Dios que creó los cielos y la tierra puede vérselas con gigantes en la tierra prometida, con ciudades fortificadas y guerreros inmensos llamados Goliat. Ore durante el problema hasta que pueda caminar por fe, no por vista, y vea el problema como simplemente una pequeña piedra en la mano de un Dios Todopoderoso.

3. Actúe en el «espíritu opuesto». Si una persona es avara y egoísta, sea generosa con ella. Si una persona es agresiva al extremo, ponga la otra mejilla.

Si se abusa de usted en lo que demanda, haga más de lo que le pida. Devuelva amor por odio y oraciones por persecución. Esto en realidad funciona. He visto vidas totalmente transformadas. ¡Y transforma las dos vidas!

En vez de devolver mal por mal y hacer que el problema se intensifique, usted aprende a vencer el mal con el bien (Ro. 12:21).

Cuando a esto se lo combina con persistencia en hacer lo bueno, es un arma poderosa y transformadora contra el mal. Puede producir una profunda armonía en medio de un conflicto incontenible. Dice la Biblia:

«Oísteis que fue dicho: ‘Ojo por ojo y diente por diente´.

Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues. Oísteis que fue dicho: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo´.

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt. 5:38-48).

«No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está:

‘Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor´. Así que si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber, pues haciendo esto, harás que le arda la cara de vergüenza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Ro. 12:17-21).

4. Lea Proverbios hasta que lo sepa al derecho y al revés.

Es asombroso cuántos sabios consejos sobre la resolución de problemas y sobre la naturaleza humana hay en este libro de la Biblia. Por ejemplo, cuando me llamaron para ayudar en una disputa industrial, oré de antemano y vino a mi mente la Escritura que dice: «Echa fuera al escarnecedor y se terminará la contienda, y cesará el pleito y la afrenta» (Pr. 22:10). Eso era justamente lo que requería la situación, y una acción justa pero disciplinaria contra el alborotador produjo paz en el lugar de trabajo. Proverbios es una fuente inestimable de sabiduría que se ha confirmado y comprobado a través del tiempo.

5. Sepa cómo decir las cosas. Las palabras que se usan son cruciales.

«Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. Como zarcillo de oro y joyel de oro fino es el que reprende al sabio que tiene oído dócil. Como frío de nieve en tiempo de siega, así es el mensajero fiel a quienes lo envían, pues reconforta el alma de su señor» (Pr. 25:11-13).

Lo que usted diga debe ser claro, amable, cierto y apropiado. Hay un tiempo adecuado y una manera adecuada de decir las cosas, y uno lo aprende con la práctica y estudiando a la gente. Nunca mienta; nunca cree confusión; nunca olvide que le está hablando a otro ser humano que tiene sentimientos, y escoja con cuidado el momento y el lugar. La diferencia podrá ser enorme.

6. No use lenguaje emocional o compulsivo ni tampoco use palabras que parezcan jurídicas ya que lo harán parecer pomposo y dictatorial.

Subyugue su deseo de decir las cosas a su manera y comuníquese de un modo claro y provechoso que produzca los resultados buscados en la negociación.

Nunca amenace a otro creyente con iniciar una acción legal en tribunales seculares. Dice la Escritura:

«¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, llevar el asunto ante los injustos y no delante de los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar asuntos tan pequeños? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? Si, pues, tenéis pleitos sobre asuntos de esta vida, ¿por qué ponéis, para juzgar, a los que son de menor estima en la iglesia?

Para avergonzaros lo digo. Pues qué, ¿no hay entre vosotros ni uno solo que sea sabio para poder juzgar entre sus hermanos? Un hermano pleitea con otro hermano, ¡y lo hace ante los incrédulos! Ciertamente, ya es una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio y defraudáis, ¡y esto a los hermanos!» (1 Co. 6:1-8).

7. No sea demasiado severo ni absoluto. «La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor»» (Pr. 15:1).

En una situación delicada no sea un dogmático burdo. «Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina» (Pr. 12:18).

«Con mucha paciencia se aplaca el príncipe, pues la lengua suave hasta los huesos quebranta» (Pr. 25:15). Sea amable, sensato, misericordioso, puro, lleno de buenos frutos.

«Pues donde hay celos y rivalidad, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (Stg. 3:16-18).

8. Actúe con rapidez y no agrande las cosas.

«El que inicia la discordia es como quien suelta las aguas, ¡abandona, pues, la contienda, antes que se complique!» (Pr. 17:14).

Para que esto suceda tal vez usted tenga que atravesar por un cambio cultural en el cual deje de acumular enojo interiormente hasta estallar. A menos que la gente sea confrontada en cuanto a su comportamiento erróneo, lo más probable es que no cambie.

Y es más factible que aprendamos de un recordatorio amable que de un gran escándalo donde sea necesario el uso de todas nuestras capacidades defensivas. Si usted está en una iglesia o una organización cristiana, instituya la corrección amable y regular como parte de la «cultura corporativa» de modo que se convierta en una parte natural de la vida.

No involucre a otros a menos que sea necesario. Ésta es la actitud sabia básica que está por detrás del proceso de tres etapas de Mateo 18 y de la exhortación de Jesús en varias ocasiones:

«ve [a tu hermano] y repréndelo estando tú y él solos; si te oye, has ganado a tu hermano». Una vez que se involucra a otros, es más difícil cambiar la opinión sin que haya desprestigio. Además está la tendencia de alterar un poco los hechos a fin de obtener apoyo.

9. Evite a las personas enojadas y que se molestan fácilmente.

Si es posible, manténgalas al margen del proceso. «El hombre iracundo provoca contiendas; el furioso, a menudo peca» (Pr. 29:22). «El hombre iracundo provoca contiendas; el que tarda en airarse apacigua la rencilla» (Pr. 15:18).

10. Preste atención a la moral de las personas involucradas, y busque ayuda en el proceso de pacificación confiando sólo en gente humilde que sea íntegra y fiel.

«El de ánimo altanero provoca contiendas, pero el que confía en Jehová prosperará» (Pr. 28:25). Muchos que desean tener parte en el asunto son inapropiados por ser chismosos o no ser confiables por alguna otra razón.

«El hombre perverso promueve contiendas, y el chismoso separa a los mejores amigos. El hombre malo lisonjea a su prójimo y lo hace andar por mal camino; cierra los ojos para pensar perversidades, mueve los labios, comete el mal» (Pr. 18:28-30).

«El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo, pero el hombre prudente calla. El que anda con chismes revela el secreto; el de espíritu fiel lo guarda íntegro» (Pr. 11:12-13).

11. No olvide que en círculos cristianos el «acusador de los hermanos»

es la causa primaria de muchos conflictos. En dichos casos, «no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo…»

El escarnecedor que debe ser expulsado tal vez sea el mismo Satanás. De modo que nuestra mirada debe ir más allá de las personalidades y llegar hasta las fuerzas espirituales que se están aprovechando de las debilidades e ideas preconcebidas de los hermanos, así como en Cesarea de Filipos Satanás tomó ventaja del concepto que Pedro tenía del Mesías (Mt.16:21-23).

Cuando esto sucede, buenas personas pueden ser utilizadas para malos propósitos. Debemos estar espiritualmente alertas y deseosos de mantener «el vínculo de la paz». La buena enseñanza, la oración en el Espíritu en todas las ocasiones y una vida santa han de darnos una armadura impenetrable contra dichos ardides (Ef.6:10-21).

12. Sea fuerte y valiente basándose en la Palabra de Dios.

Antes que Josué iniciara la conquista militar de Palestina, se le dijo:

«Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas» (Jos. 1:8-9).

La valentía que proviene de Dios resuelve muchos problemas gigantescos.

Derechos de autor ©1997 por John Edminston & AMP; Tomado de Eternity Online Magazine

(http://www.eternitymag.com) con permiso.
Las referencias bíblicas son de la versión Reina Valera 1995.

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