La Convicción y La Esperanza En El Señor

La Convicción y La Esperanza En El Señor

«Cercano está el señor a todos los que lo invocan…» (Salmo 145:18)

La ayuda de Dios está siempre disponible, pero sólo la reciben aquéllos que le buscan. La apatía no conduce a nada. El Señor recompensa la fe constante y perseverante. Las arcas salvan vidas (lee Génesis 7:7). Cuando los ejércitos se ponen en marcha, los muros se caen (lee Josué 6:1-20). Al compartir una comida, se alimentan miles (lee Mateo 14:13-21). Y cuando se toque su manto, aunque lo haga una mujer enferma en Galilea o tú, Jesús se detiene (lee Marcos 5:25-34). Él siempre responde a la fe. Escucha: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad» (versículo 34).

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La Esperanza En El Señor

 

Quizás todo lo que tienes hoy es convicción y esperanza. Te sientes como si no tienes nada que dar, estás herido y todo lo que puedes ofrecer a Jesús es tu dolor. Tal vez tu pasado te ha mantenido lejos de Él; decidiste acercarte y viste a todas las demás personas a su alrededor. Parecían tan «unidos», y más perfectos que tú. Y cuando les miraste, te impidieron verle, así que volviste a alejarte… Si esta situación te describe, fíjate en algo interesante: una de las únicas dos personas que Jesús jamás elogió a causa de su fe no fue ni un rico generoso, ni un fiel seguidor, ni un famoso maestro. No, fue una marginada, pobre y avergonzada, que había padecido hemorragias internas durante doce años quien se aferró a la convicción de que Él podía sanarla, y a la esperanza de que Él quería hacerlo. Por cierto, éste es un buen punto de partida para una buena definición de la fe: la convicción de que Dios es capaz, y la esperanza de que ¡lo hará!

Dios bendiga tu día y tu ministerio siempre a los pies de Jesús.

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