¿Cómo Aprender a Dejar Y Olvidar Según La Biblia?

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Dejar y olvidar en la Biblia
¿Cómo Dejar y Olvidar Biblicamente?

¿Cómo Dejar Atrás El Pasado Y El Olvidar En La Biblia?

«NO OS ACORDÉIS DE LAS COSAS PASADAS NI TRAIGÁIS A LA MEMORIA LAS COSAS ANTIGUAS» (Isaías 43:18).

¿Qué haces cuando tu memoria va al «baúl de los recuerdos», sacas de su contenido y lo traes al presente, haciéndote revivir el mismo dolor? La Biblia tiene la respuesta: «No os acordéis de las cosas pasadas ni traigáis a la memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis?»(Isaías 43:18,19).

Tu pasado puede contaminar tu presente e influir en tu futuro, a menos que decidas dejarlo y olvidarlo. Vamos a meditar en ello durante los próximos días.

En primer lugar, deja ir todo aquello que Dios ya te ha perdonado. La única reacción de Dios ante el pecado confesado es perdonarlo y olvidarlo. Si vuelve a salir a la superficie, es porque tú lo sacas, no Él. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». (1 Juan 1:9). Hay dos cosas que dificultan el «dejar y olvidar»:

1) Tus sentimientos

«No me siento perdonado» dices. Pero has sido perdonado por la gracia de Dios, gracias al sacrificio de Cristo, no importa cuáles sean tus emociones. No esperes a sentirlo para aceptarlo; acéptalo y empezarás a sentirlo.

2) Un concepto erróneo de Dios

Tal vez digas: «Mi padre dice que me perdona, pero cada vez que fallo, me vuelve a echar en cara todos mis errores anteriores». Pero tu Padre Celestial no actúa de esa forma. «Yo, yo soy quien borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados» (Isaías 43:25).

Dios no los saca a la luz, porque no los recuerda. Todos tus pecados fueron juzgados y pagados en el Calvario. Una vez que los has confesado, nunca más te va a acusar de ellos, así que alégrate y déjalos en el pasado. El Tribunal del Cielo te ha juzgado y el veredicto es «INOCENTE».

«DIOS ME HIZO OLVIDAR TODOS MIS SUFRIMIENTOS» (Génesis 41:51)

¿Cómo Aprender a Dejar Y Olvidar Bíblicamente? 

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Segundo: Olvida lo que te han hecho los demás

Las rosas tienen espinas y el dolor es parte íntegra de las relaciones humanas. Pocas heridas duelen tanto como las ocasionadas por amigos y familiares. Si no lo crees, pregunta a José, que fue vendido por sus hermanos y encarcelado en tierra extranjera por un delito que nunca cometió.

Esas son cosas que dan lugar a la amargura, la depresión, la desesperación y la derrota. Y podría justificarse el que José se sintiera así. No obstante, este hombre sabía que era él, y no sus ofensores, quien tenía la última palabra, y que era él, y no ellos, quien decidiría su futuro.

Los demás pueden herirte, pero nadie puede destruirte sin tu permiso y cooperación. El desenlace no lo determina lo que hacen contra ti, sino lo que tú haces luego con ello.

José decidió olvidar las ofensas y hacerse cargo de su propia reacción ante las mismas. Cuando emprendes ese camino, estás retomando el control de la situación, te abres a nuevas posibilidades y tomas decisiones que te permiten salir de tal situación más fuerte, más sabio y más bendecido.

Date cuenta de que:

a) José vio las cosas desde la perspectiva de Dios. «No me enviasteis acá vosotros, sino Dios» para daros vida por medio de una gran liberación (Génesis 45:7-8).

b) se liberó de su resentimiento. Se sobrepuso a sí mismo y ministró las necesidades de los que le habían herido.

c) se negó a ser víctima de las acciones de otros. La consecuencia fue que Dios le hizo «gobernador en toda la tierra de Egipto» (v.8).

d) se preparó para el futuro. ¿Cómo? Sobresaliendo en su don profético y en sus dotes administrativas, incluso cuando estaba en la cárcel (Génesis 41:39).

Por lo tanto, decide ver las cosas como Dios las ve. Deja y olvida el pasado. Cumple tu llamado y verás como Dios te hará justicia con una recompensa digna de reyes.

«PERSEGUÍA A LA IGLESIA DE DIOS» (Gálatas 1:13)

Tercero: ¡Deja y olvida el mal que has hecho a otros!

Las heridas que hemos causado a otros pueden abrumarnos sobremanera. El accidente que tuvimos cuando íbamos bebidos. La familia que destruimos cuando nos divorciamos. El niño dañado por el abuso verbal en momentos de ira. El aborto que siguió a una relación ilícita. El cónyuge fiel que fue infectado con el virus del sida.

No podemos hacer daño a otros sin ser afectados nosotros mismos, así que el «fantasma de los errores del pasado» nos persigue durante el día, llena nuestras noches de remordimiento y roba nuestra paz interior.

¿Cómo puedo vivir con los errores del pasado? Consideremos a Pablo de Tarso, un hombre con un buen historial delictivo. «Perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la asolaba» (Gálatas 1:13). Había sacado de sus casas a la fuerza a muchos creyentes y dejado a niños traumatizados, que vieron cómo sus padres eran llevados, azotados, encarcelados y matados. Pero ahora Pablo se ha convertido al cristianismo y predica el evangelio.

En las iglesias que antes perseguía se encuentra después con esas viudas y esos huérfanos. ¿Cómo reaccionó ante tal situación? Pablo se enfrentaba a una decisión crucial. O bien se echaba encima toda la culpa de sus actos hasta que esta le destruyera o incluso le hiciera un drogadicto o alguien con tendencia suicida, o ponía toda esa enorme carga en unos hombros lo bastante grandes para llevarla, de forma que él pudiera liberarse de ese peso.

Pablo exclama: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24). Pero la respuesta sigue de inmediato ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! (Romanos 7:25). ¿Cuál fue la consecuencia? «Habiendo yo sido antes» perseguidor e injuriador; pero fui recibido a misericordia… (1 Timoteo 1:13).

Hoy esa misma misericordia está a tu disposición. Rectifica ahí donde te sea posible, confía en que Dios va a sanar las heridas que causaste y déjale a Él la carga.

Cuarto: Deja y olvida lo que no lograste hacer.

«Si pudiera volver atrás» Según el poeta: Las palabras más tristes pronunciadas o escritas son esas que dicen: ¿Qué hubiera sido si? Nadie escapa de la larga sombra de las «oportunidades perdidas». A menudo fallamos más en lo que no hicimos que en lo que hicimos.

Podríamos haber ayudado, sanado, bendecido, hecho que las cosas mejoraran. Pero al buscar nuestros propios intereses no llegamos a expresar palabras de amor y gratitud. Tratando de evitar consecuencias no deseadas, no reconocimos la cruda realidad. Para que no nos colgaran el sambenito de «fanático», callamos y no dimos nuestro testimonio.

Esa responsabilidad que no cumplimos, la decisión que eludimos, un padre anciano al que descuidamos, un hijo al que rechazamos, el cónyuge del que nos separamos. ¡Qué distinta habría sido mi vida si hubiera acabado mis estudios, aceptado aquel ascenso, hecho aquella inversión, ido a vivir a otra ciudad o me hubiera enamorado!.

Cuando se cierra la puerta, se va la persona y la oportunidad pasa para siempre, es hora de:

a) dejar que todo siga su curso. La misma cruz que perdonó todos tus pecados cometidos, perdona también tus pecados omitidos. Es la confesión, y no el remordimiento, la que nos trae el perdón y la limpieza de «todo pecado» (1 Juan 1:9).

b) renovar tu fe en el Dios de las segundas oportunidades. Él te puede «restituir los años que comió la oruga» (Joel 2:25). Créele a Dios; Él te puede colocar de nuevo donde deberías haber estado si no hubieras perdido la oportunidad;

c) pedir a Dios un nuevo sueño, y luego «olvidando ciertamente lo que queda atrás (viejos sueños no cumplidos) y extendiéndome a lo que está delante (nuevos sueños), prosigo a la meta» a una vida de oportunidades renovadas y de realización personal. (Filipenses 3:13,14).

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