¿Sabe Dios donde estás Hoy?

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¿Sabe Dios donde estás Hoy?

DIOS SABE DONDE ESTÁS ¿QUÉ DICE LA BIBLIA?

La siguiente persona importante en el camino de Israel a su destino fue un hombre llamado Moisés. La historia de su temprana vida está documentada en los primeros capítulos del libro Éxodo. Moisés nació en una época de gran peligro y riesgo cuando el Faraón en el poder mandaba matar los bebés varones en su intento para frustrar el crecimiento de la población.

Faraón ordenó a las parteras, quienes ayudaban en los nacimientos, que mataran a los niños, pero ellas se negaron. (El paralelismo espiritual de esto; siempre habrá “parteras” quienes ayudarán a parir y proteger tu visión del enemigo. Rodéate con estas dotadas y leales personas.)

La madre de Moisés intentó esconderlo, pero fue encontrado por la hija del Faraón, quien lo crio como su propio hijo. En un acto de providencia divina, la propia madre de Moisés llegó a ser su niñera. Sin lugar a dudas, como Moisés iba creciendo, ella le enseñaba sobre su herencia judía y sobre las cosas de Dios.

Esto es evidente en su reacción cuando era un joven adulto al ver a un egipcio golpeando a un israelita. Lo más probable es que Moisés ya haya soñado con liberar a su gente de la esclavitud que vio esta escena violenta. Moisés reaccionó con ira y mató al capataz egipcio. Después, al saber que su vida corría peligro por este acto, él se escapó al fondo del desierto. Por cuarenta largos años, Moisés vivía con la memoria de un sueño interrumpido.

Intentó y fracasó. ¿Tendría Dios necesidad de él una vez más? ¿Has estado ahí? ¿Estás ahí ahora mismo? Tomaste un paso para hacer lo que Dios te llamó a hacer y fracasaste. Como Moisés, ¿has escapado al desierto del aislamiento para cuidar tu corazón roto y tus sueños destrozados?

Finalmente, un día mientras cuidaba su rebaño de ovejas en el desierto, Moisés vio una zarza ardiente, la cual por milagro no se consumía. Él se acercó a la zarza y…

El ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas, pero que no se consumía, así que pensó: «¡Qué increíble! Voy a ver por qué no se consume la zarza».

Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:

—¡Moisés, Moisés!

—Aquí me tienes —respondió.

—No te acerques más —le dijo Dios—. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Al oír esto, Moisés se cubrió el rostro, pues tuvo miedo de mirar a Dios. Pero el Señor siguió diciendo:

—Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias. Así que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel. Me refiero al país de los cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Han llegado a mis oídos los gritos desesperados de los israelitas, y he visto también cómo los oprimen los egipcios. 10 Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo (Éxodo 3:1-10).

Dios sabe exactamente donde estuvo Moisés, allá en lo profundo del desierto. No se había olvidado de él. Allá en el desierto de tu fracaso, tampoco te ha abandonado Dios. No te ha abandonado para morir con tu destino sin cumplirse.

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