¿Por qué Necesitamos Y A Quien Debemos confesar Nuestros Pecados En Público Según La Biblia?
El confesar nuestros pecados es una decisión bíblica y piadosa que todo hombre de Dios íntegro debe realizar cuando falla. Las 2 marcas de un hombre lavado por la sangre de Cristo, es la confesión y arrepentimiento de corazón verdadero. Pero, creo que para ciertas situaciones necesitamos establecer algunas cosas importantes.
Una regla básica que uso y que debe servirte a ti también es: la confesión y el arrepentimiento deben ser del mismo tamaño que el efecto que causo tu pecado.
Supongamos que yo me molestará contigo, discutiéramos y te dijera algo que hiera tu corazón. Pero, después de 20 o 30 minutos, te dijera: Amado hermano, es terrible lo que dije y me siento muy mal, así por favor perdóname porque estoy arrepentido. No creo que debería ir a ningún lugar o grupo de ancianos de la iglesia y hablar sobre esto. ¿Por qué? Porque solo estábamos tú y yo. Nadie lo vio y nada salió de ese lugar, por lo tanto, el asunto murió allí como decimos en mi país.
No obstante, sería útil de compartir en la iglesia o cualquier grupo lo que paso en términos generales, sin dar nombres propios claro, y mucho menos dar pistas para que la gente sepa de quién hablamos. Podemos decir, ayer me comporté muy mal con un hermano querido y después me arrepentí pidiendo perdón. ¿Sabes que significa eso? Compartir sobre tu debilidad para ayudar a los demás.
Ahora hablemos un poco sobre el confesar, nuevamente creo en la regla que dice: El tamaño de la confesión debe ser igual al tamaño del pecado y su impacto. La verdad esto no es algo simple de evaluar y mucho menos juzgar, así que cuando alguien cae en el pecado del adulterio, esto va a herir a mucha gente y dejará huellas que difícilmente se podrán borrar.
Esto significa que un pecado público o una consecuencia pública del pecado, va a necesitar una confesión publica también, así como un arrepentimiento profundo y verdadero.
Es obvio que la mayoría de nuestros pecados son contra personas específicas, y a veces sentimos las ganas de confesarlo públicamente, porque es más fácil hablar en público que personalmente. El buscar a la persona, estar cara a cara, mirando directo a sus ojos para decirle: Te hice mal y peque contra ti, perdóname, es más difícil que confesar tu pecado en un grupo pequeño al día siguiente, y decir: Le hice daño a alguien o fui muy brusco con alguien.
Por eso pienso que la clave esta en buscar la proporción. El tamaño de la confesión y arrepentimiento público debe ser igual al tamaño del impacto y sus consecuencias.
Leamos esta escritura que se encuentra en Jeremías 1:4-10 y saquemos ventaja de su revelación:
4 Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo:
5 Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.
6 Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.
7 Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.
8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.
9 Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.
10 Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar (Jeremías 1:4-10).
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