3 Maneras Para Colocar Las prioridades de Dios En Primer Lugar

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3 Maneras Para Colocar Las prioridades de Dios En Primer Lugar

¿Cómo Anteponer Las Prioridades de Dios Sobre Nuestras Prioridades?

Si tuviéramos que hacer una lista de nuestras prioridades actuales, la mayoría de nosotros tendría en cuenta los precios de la gasolina, la inflación, los gastos del mercado, el cierre de los negocios, la caída de la bolsa de valores, la caída del dólar y el aumento de los hospitales y de salud. Esta lista, por sí sola, haría dudar a un hombre rico si va a salir adelante financieramente en nuestro mundo actual.

Cuando nos preocupamos por nuestra provisión futura, debemos preguntarnos qué buscamos exactamente y cuáles son las prioridades en nuestras vidas. La mayoría de las personas dirá que es la salud, la riqueza y la comodidad de vivir para el futuro. Tristemente, el cristiano promedio continúa preocupándose por estos temas.

Durante la pandemia nos dimos cuenta de que estas preocupaciones están fuera de nuestro control. La iglesia y nuestra vida espiritual quedan en un «segundo plano» cuando damos prioridad a las preocupaciones temporales. Los cristianos a veces son los peores por preocuparse por estos temas, aunque Jesús nos dijo en Mateo 6:33 que «buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» Más aún, seguimos preocupándonos por nuestro salario y por si seguirá cubriendo nuestras necesidades mensuales. Más adelante, en nuestras profesiones, comenzamos a utilizar calculadoras en línea para ver si estamos ahorrando lo suficiente para nuestra jubilación.

Debemos entender que nuestra provisión es una gran prioridad para el Señor. Nuestro Salvador en Mateo 6:25 nos enseñó que no podemos servir a dos amos y «no os preocupéis por vuestra vida, qué habéis de comer o beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?». Esta seguridad no significa, ciertamente, que Él quiera que nos quedemos con los brazos cruzados y la boca abierta, esperando el maná. Pero, no debemos estresarnos y enloquecer por cuestiones de sustento que están fuera de nuestro control. El Salmo 127:2 nos dice que «Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará Dios el sueño».

Aquí hay 3 formas en las que debemos soltar y dejar que las prioridades de Dios tengan prioridad sobre nuestras propias prioridades:

Debemos Ser Alimentados Por La Palabra

Jesús, en Mateo 6:26, explicó: «Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. Luego pregunto: ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?».

La mayoría de nosotros nos hemos mantenido con alimentos que no hemos cultivado, con granos que no hemos sembrado o con frutos que no hemos cosechado. Nunca hemos tenido que preocuparnos por la comida en nuestras mesas. Puede que el menú o la comida limitada no hayan sido lo que deseábamos, pero incluso aquellos días de fideos con tuco y pan con mortadela o jamonada suelen ser las temporadas que recordamos con deleite. El Señor siempre ha provisto para nuestras necesidades, pero a menudo nos preguntamos: «¿seguiré en mi trabajo el año que viene?» o «¿cuánta más inflación en la gasolina puede soportar mi salario?»

Un predicador calculó una vez el coste que supondría para nuestro país alimentar a todas las aves silvestres cada año. La carga sería tan grande que llevaría a la quiebra a nuestra economía si fuéramos responsables de su sustento. Así como los hijos de Israel fueron alimentados por Dios con el maná en el desierto, Jesús explicó que ellos no siembran, ni cosechan, ni almacenan reservas en graneros; sin embargo, son totalmente provistos por Dios. David, en el Salmo 37:25, escribió que en toda su vida no había «visto al justo desamparado, y a su descendencia que mendigue pan». Ciertamente, hay personas en nuestro país y en el mundo que luchan por la comida, pero en la experiencia de David, él nunca había visto a un hombre justo o a sus hijos en necesidad de comida.

Juan Calvino, en su comentario, señaló el remedio para que «confiemos en la provisión de Dios: para todos los cuidados, que van más allá de los límites, la incredulidad es la madre». Nuestra prioridad es el reino, asegurándonos de que nuestra familia, nuestros amigos y vecinos estén alimentados y nutridos por la Palabra de Dios.

Contar, no alzar

Jesús nos enseñó en Mateo 6:27 que debemos aceptar que algunas cosas estén fuera de nuestro control al preguntar: «¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?» Muchos padres oran por un hijo de dos metros de altura que esté listo para obtener una beca universitaria y, más tarde, una fuente de ingresos para la jubilación. Otros padres dicen a sus hijos e hijas que son los más inteligentes, los más atléticos, los más talentosos y los más bonitos de su escuela. Si somos sinceros con nosotros mismos, estamos transmitiendo «falsas verdades» y preparando a nuestros hijos para la decepción y el amargo fracaso. Lo hacemos igual con nosotros mismos cuando intentamos encajar con los estándares mundanos.

El profeta Jeremías 10:23 entendió: «Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos». Pedro no entró en el equipo de baloncesto porque simplemente no es tan bueno y nunca lo será. Anita no fue rechazada por los jueces del concurso de belleza porque uno de ellos es pariente de la ganadora. Al igual que no podemos añadir centímetros a nuestra altura, no podemos convertirnos a nosotros mismos o a nuestros hijos en algo que no son. No todos estamos hechos para ser atletas o científicos de cohetes. Por mucho que estudie o practique el tiro de tres puntos, el atletismo no está en las cartas de algunos niños. Nos preocupa que nuestros hijos sean los más populares y los más dotados. Cuando consiguen honores académicos o deportivos, nos jactamos del logro.

Nuestra prioridad debe ser inculcar la importancia de una relación con Cristo a través del estudio de la Palabra de Dios, la oración, y ser activo dentro de la iglesia local. Es una relación con el Señor y el crecimiento por la dirección del Espíritu Santo, lo que nos hace a nosotros y a nuestros hijos lo que Él quiere que seamos. Él suministra toda la provisión para que Su voluntad y Su dirección lleguen a buen término en nuestras vidas. Piensa cuanto tiempo y dinero hemos desperdiciado tratando de ser algo que nunca seremos. Juan Calvino escribió: «Es insensato en los hombres cansarse, porque todos nuestros trabajos son innecesarios e infructuosos, y todas nuestras ansias son inútiles, a menos que Dios las bendiga».

Revestidos de humildad y de su justicia

Por alguna razón, todos nos sentimos mejor con ropas exclusivas o de marca. Incluso caminamos con un sentido de «ánimo en nuestro paso» cuando tenemos puesta nuestra «mejor ropa». Muchas de estas camisas y pantalones están hechos con los mejores materiales y son simplemente cómodos para usar. Nos gastamos sueldos enteros en ropa de marca, y muchas veces se sienten como papel de lija en nuestra piel. Más aún, las deseamos y nos esforzamos por ellas. Nos preocupamos por cómo nos presenta nuestra ropa más que por su calidez en el invierno o su funcionalidad en el verano.

Jesús dijo en Mateo 6:28-30, «Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos».

Es cierto, debemos desear estar presentables, pero los materiales de nuestra ropa no deben ser nuestra preocupación diaria.

En 1 Pedro 5:5, el apóstol enseñó a los jóvenes a someterse a sus mayores y a «Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.»

Job escribió en 29:14 que «Me vestía de justicia, y ella me cubría». Nuestra justicia es Jesucristo, y a través del poder del Espíritu Santo, somos dirigidos a ser personas humildes. Nuestro estatus no depende de si usamos los tenis, Jordans o Jortans. Nuestra confianza no proviene de vestir Calvin Klein o Louis Vuitton.

Nuestra confianza así como nuestra rectitud son heredadas de nuestro Salvador, quien imputó sus atributos en nosotros. Pablo escribió en 1 Corintios 1:30: «Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención». Cuando llegamos a ser uno con él a través de la salvación, somos revestidos con Su justicia.

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