Éxodo 32:30 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Éxodo 32:30 | Comentario Bíblico Online

Hecha justicia sobre los principales transgresores, Moisés pasa ahora a enderezar el entuerto, primero con el pueblo y después con Dios.

I. Con el pueblo, para incitarles al arrepentimiento (v. Éxo 32:30).

1. Cuando fueron matados los tres mil, pudieron imaginar los restantes que, puesto que habían quedado exentos de la pena capital eran considerados como libres de culpa. A estos sobrevivientes se dirige Moisés ahora para decirles: Vosotros habéis cometido un gran pecado. Para impresionarles con la grandeza de su pecado, les insinúa la dificultad que supondrá acabar con la contienda que Dios tiene con ellos por este motivo. La malignidad del pecado se echa de ver en la dificultad del perdón.

2. Con todo, servía de cierto aliento para el pueblo (después de oír que habían cometido un gran pecado) escuchar que Moisés subiría a Jehová para aplacarle acerca del pecado de ellos. Cristo el gran Mediador, subió con una mayor seguridad, por la obra consumada en el Calvario y porque Él estaba en el seno del Padre y conocía bien todos sus secretos.

II. Moisés intercede ante Dios para obtener misericordia.

1. ¡Cuán patético fue su discurso! Volvió Moisés a Jehová, no a recibir más instrucciones sobre el tabernáculo. En su conversación, Moisés expresa: (A) Su gran detestación del pecado del pueblo: Este pueblo ha cometido un gran pecado (v. Éxo 32:31). Dios se lo había dicho antes a él (v. Éxo 32:7), y ahora él se lo dice a Dios, lamentándose de ello. No presenta ninguna excusa ni atenuante, sino que lo mismo que había dicho al pueblo por vía de convicción, lo dice a Dios por vía de confesión: Han cometido un gran pecado. No viene a presentar defensa, sino a buscar reconciliación. (B) Su gran deseo del bienestar espiritual del pueblo: Que perdones ahora su pecado (v. Éxo 32:23), o, como dice el hebreo: Y ahora, si perdonas su pecado, puesto que no hay pecado demasiado grande para tu infinita misericordia … La frase queda abruptamente cortada; quizá como en Luc 19:42, ¡Si también tú conocieses …!, podría significar: ¡Oh, si tú quisieras perdonar! O, más probablemente, como ocurre a veces en el hebreo, se podría suplir: estaré contento de vivir.

Y continúa: Y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito; esto es, «Si ellos han de ser cortados córtame a mí también con ellos; si todo Israel ha de perecer, perezca yo también con ellos; vivo para ellos, y no quiero sobrevivirles en la tierra prometida». Así expresa la ternura del amor que tiene a su pueblo, y es tipo del Buen Pastor, que da su vida por las ovejas (Jua 10:11), y que fue cortado de la tierra de los vivientes por la rebelión de mi pueblo (Isa 53:8; Dan 9:26). Moisés es aquí un excelente ejemplo para los pastores de todos los tiempos. Éste es uno de los versículos más hermosos e impresionantes de toda la Biblia, pero el amor, la generosidad y la negación de sí mismo alcanza todavía una cota más alta en el apóstol Pablo cuando dice: Desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos (Rom 9:3).

2. Cuánta fuerza tuvo esta apelación. Dios no le va a tomar la palabra; no, Él no va a raer de su libro, sino a quienes, por su voluntaria desobediencia se han hecho indignos de figurar en el libro de Dios (v. Éxo 32:33). Esto era también una insinuación de la misericordia que iba a tener con el pueblo. Además en respuesta a la súplica de Moisés: (A) Dios promete seguir en su intención de darles la tierra de Canaán. Por ello, envía a Moisés a ellos para que sea su guía, aunque eran indignos de Él, y les promete que su ángel irá delante de ellos. (B) Sin embargo, les amenaza con recordar contra ellos este pecado cuando encuentre después causa para castigarles por otros pecados. Los judíos tienen un dicho fundado en esto, de que de allí en adelante, en todo juicio de Dios contra Israel habría una onza del polvo del becerro de oro. Esteban dice que cuando hicieron un becerro, y ofrecieron su sacrificio al ídolo, Dios se apartó y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo (Hch 7:41-42); de modo que la extraña afición de ese pueblo al pecado de idolatría fue un justo juicio sobre ellos, por haber hecho y adorado el becerro de oro; juicio del que no se vieron libres hasta el tiempo de la deportación a Babilonia (v. Rom 1:23-25). Aarón no sufrió la plaga, sino el pueblo, porque el suyo fue un pecado de debilidad, pero el de ellos fue de rebelión.

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