Mateo 21:33 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esta parábola pone de manifiesto el pecado y la ruina de la nación judía.

I. Aquí tenemos los privilegios de la nación judía, presentados bajo la parábola del arriendo de la viña a los labradores. Obsérvese:

1. Cómo Dios escogió para sí un pueblo en medio de las naciones. El reino de Dios en la tierra (v. Mat 21:43) es comparado a una viña (v. Isa 5:1-30), equipada con todos los requisitos necesarios para su labranza y mantenimiento. (A) Dios plantó esta viña. También la Iglesia es labranza de Dios (1Co 3:9). La tierra da de suyo espinos y cardos (Gén 3:18), pero las viñas hay que plantarlas. (B) Dios la cercó de vallado; la protegió de sus enemigos y le dio preceptos que la protegiesen en su interior; cavó en ella un lagar, para que no tuviesen que salir fuera en su trabajo de elaboración del vino, y edificó una torre, desde la que el atalaya pudiese avizorar el peligro y amonestar a los labradores (Ez. caps. Eze 3:1-27 y Eze 33:1-33).

2. Cómo, después de equipar a los labradores con todo lo necesario para la labranza y buena conservación de la viña, el padre de familia se ausentó del país. Luc 20:9 especifica que se ausentó por mucho tiempo. Esta ausencia de Dios se muestra en dos momentos culminantes: (A) Después de dar la Ley en el Sinaí, se ausentó en cierta manera, dejándoles el recurso principal a su Palabra; (B) al establecerse la monarquía en Israel, Dios comenzó a gobernar a su pueblo mediante los reyes, los cuales son principalmente representados en los labradores de la parábola, aunque en el momento en que Jesús habla, se trata de los dirigentes del pueblo.

II. Lo que Dios esperaba del arriendo hecho a estos labradores: recibir los frutos a su tiempo (v. Mat 21:34). Era una expectación sumamente razonable, por cuanto: 1. No apresuraba indebidamente a los arrendatarios, sino que esperó a que se acercase el tiempo de los frutos. Dios siempre nos da el tiempo necesario y conveniente para que podamos ofrecerle, al responder a la obra de su gracia, frutos dignos de arrepentimiento. 2. No esperaba de ellos más de lo justo: Envió sus siervos, para recordar a los labradores el deber que tenían contraído respecto del amo de la viña, así como para ayudarles a recoger el fruto y traérselo al amo.

III. El mal trato que los labradores dieron a los siervos que el amo les había enviado.

1. No sólo les insultaron y les despreciaron, sino que a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon (v. Mat 21:35). Para ver de qué manera se cumplió esto, basta echar una ojeada a lugares como 1Re 18:4; 1Re 19:10; 1Re 22:24; 2Cr 24:21.; Jer 20:1.; Jer 26:20.; Jer 37:15 y Jer 38:6. Así persiguieron a los profetas que os precedieron había dicho anteriormente Jesús (Mat 5:12). Este es el trato que, de ordinario, da el mundo a los seguidores de Cristo; y no sólo el mundo, sino los mismos jefes religiosos de todas las épocas (v. Jua 15:18-21; Jua 16:2; «el que os mate, pensará que rinde servicio o culto a Dios»). (A) Los labradores persiguieron a los siervos, tratándoles como a los peores malhechores. (B) Los siervos tuvieron el privilegio de sufrir por la causa de su Señor (Flp 1:29). ¡Triste cosa es que esto fuese a manos, precisamente, de los obreros de la viña! A pesar de todo, véase: (a) que Dios perseveró en su paciencia y en su bondad hacia los labradores, pues les envió de nuevo a otros siervos (v. Mat 21:36), y en mayor número que antes, a pesar de que habían tratado tan mal a los anteriores. (b) Que ellos perseveraron en su perversidad: E hicieron con ellos de la misma manera (v. Mat 21:36). Un pecado conduce a otro, hasta que se forma la cadena del vicio, tan difícil de romper.

2. Finalmente les envió su hijo (v. Mat 21:37). Hemos visto ya la bondad de Dios al enviar nuevos siervos, después del malísimo trato que los labradores habían dado a los primeros; pero, en este último caso en que les envía su propio hijo, la maldad de los labradores llega a su colmo.

(A) Nunca la gracia apareció tan generosa como en el envío del Hijo. Éste trajo al mundo la última palabra del Padre (v. Heb 1:1-2). Al manifestarse así la gracia de Dios para ofrecer salvación a todos los hombres (Tit 2:11) bien podía esperar Dios una respuesta adecuada: Tendrán respeto a mi hijo (v. Mat 21:37). Por eso lo envió; si respetaban al Hijo, todo quedaría arreglado; tras el esperado arrepentimiento, vendría el perdón generoso. El Hijo venía con una autoridad inmensamente superior a la de los siervos.

(B) Nunca el pecado apareció tan negro y criminal como en el trato que dieron los labradores al Hijo.

(a) Primero, se conjuraron en complot contra Él: Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Éste es el heredero; venid, matémosle y apoderémonos de su heredad (v. Mat 21:38). La venida del Hijo les animó a matarle, para así cesar de ser arrendatarios y convertirse en propietarios de la heredad. Pilato y Herodes no lo sabían, pero los principales sacerdotes y los ancianos tenían suficientes pruebas de que Jesús era el Hijo de Dios, el heredero del mundo (Col 1:15). ¡Cuántos mueren por poseer una hacienda! El motivo principal por el que le odiaban era precisamente el interés que mostraba en hacer bien a la gente. Pensaban que si quitaban de en medio a Jesús, podrían seguir ellos disfrutando tranquilamente de sus privilegios y de la autoridad que imponían al pueblo. Con todo, mientras ellos tramaban su complot, Dios cumplía su santo designio de llevar a su Hijo a la gloria al pasar por la cruz (Hch 2:23; Hch 3:18; Hch 4:10, Hch 4:27).

(b) Segundo, ejecutaron su complot: Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron (v. Mat 21:39). No es extraño que se apresurasen a echarle mano para matarle. Considerándole como indigno de vivir, y estando como estaban deseosos de verle morir, le echaron fuera de la viña, y le crucificaron fuera de la ciudad (Heb 13:12), como si fuese la vergüenza y el reproche de la nación, cuando era la mayor gloria del pueblo de Israel.

IV. Al no acertar a verse retratados en la parábola, los sacerdotes y los fariseos proclamaron por su propia boca la condenación que merecían (vv. Mat 21:40-41). Les pregunta Jesús: Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? (v. Mat 21:40). Les hace la pregunta para que sea más fuerte su convicción. Los procedimientos de Dios son tan lógicos, que sólo necesitan despertar la conciencia del pecador para que éste se percate de que los juicios de Dios son infinitamente justos. Así que se apresuraron a contestar: A esos malvados les dará un fin miserable. Muchos son los que fácilmente pronostican las funestas consecuencias de los pecados ajenos, sin percatarse de las que tendrán los suyos propios.

1. Nuestro Salvador, al hacer la pregunta, supone que el señor de la viña vendrá y les ajustará las cuentas a los labradores malvados. Los perseguidores dicen en su corazón: Se tarda en venir (Mat 24:48; 2Pe 3:4). Dios tiene paciencia por mucho tiempo, pero no se retrasará un segundo el día de su ira (Rom 2:4-5).

2. En su respuesta, ellos suponen que dicho ajuste de cuentas será terrible.

(A) Les dará un fin miserable. Que no esperen los hombres trabajar para el mal, y ser pagados bien (v. Rom 6:23). Esto se cumplió sobre la nación judía, en aquella miserable destrucción que los romanos efectuaron en el año 70 de nuestra era.

(B) Y arrendará la viña a otros labradores que le paguen el fruto a su tiempo (v. Hch 13:46; Hch 15:7; Hch 18:6; Hch 28:28). Dios no se quedará sin testimonio a causa de la deserción de la nación judía, sino que el rechazo de Israel apresurará la entrada de los gentiles en la Iglesia.

V. Cristo ilustra y aplica Él mismo la parábola, y viene a decirles que, en esto, habían juzgado bien.

1. Lo ilustra refiriéndose a la Escritura que se cumplía en esto: ¿Nunca leísteis en las Escrituras? (v. Mat 21:42). La cita es del Sal 118:22-23, el mismo contexto del que los muchachos habían tomado sus hosannas. La misma palabra sagrada que suministra materia de alabanza y consuelo a los amigos y seguidores de Cristo, fulmina convicción y terror a los enemigos de Jesús y del Evangelio; por eso, es una espada de dos filos (Heb 4:12).

(A) Los constructores que rechazaron la piedra son los mismos que aquí aparecen como labradores que matan al Hijo que les es enviado. No ceden a Cristo ningún lugar en su construcción, y le arrojan fuera como vaso inútil y quebrado, como piedra que sólo sirve para tropezar.

(B) La promoción de esta piedra rechazada, para convertirse en piedra angular (Mat 16:18), es equivalente al arriendo de la viña a otros labradores (1Pe 2:5-10). El que fue rechazado por los judíos, fue recibido por los gentiles. En la Iglesia, Cristo lo es todo en todos, llenándolo todo (Efe 1:23; Efe 4:10).

(C) La mano de Dios estaba en esto: El Señor es quien ha hecho esto (v. Mat 21:42). Por eso es cosa maravillosa a nuestros ojos (1Pe 2:9). La perversidad de los judíos que le rechazaron es asombrosa, pero el honor que iba a recibir de los gentiles es maravilloso. De Dios ha venido esta piedra, de tropiezo para los desobedientes, pero preciosa para los que creen (1Pe 2:6-8).

2. Les aplica la parábola y, con ello, la sentencia que ellos mismos han pronunciado. La aplicación es la vida de la predicación, pues mete la espada de la Palabra en el corazón de cada individuo (comp. Hch 2:37). Notemos que, en su inmensa compasión, Jesús no cita la primera parte de la sentencia que ellos mismos habían pronunciado («les dará un fin miserable»), sino que les sería quitada la viña y arrendada a otros labradores que le produjeran fruto a Dios: Por tanto os digo que el reino de Dios os será quitado, y será dado a gente que produzca los frutos de él (v. Mat 21:43). El grueso de la nación judía quedaba así desposeído de los beneficios espirituales del reino, a causa del rechazo que habían llevado a cabo en la persona del Rey, no sirviéndoles de nada el privilegio de raza mientras no vuelvan a reconocer como Rey al Mesías. Que este rechazo no es para siempre, como piensan algunos, se ve por la lectura atenta de todo el capítulo Rom 11:1-36 de Romanos, especialmente los versículos Rom 11:25-29, y por todo el contenido escatológico de los profetas del Antiguo Testamento. Por otra parte, los gentiles entrarían a compartir las bendiciones de las promesas hechas a Abraham antes de ser circuncidado. Así, la Iglesia (compuesta de judíos y gentiles) disfruta hoy de ciertos aspectos espirituales del reino, al haber reconocido en Cristo al Rey (Col 1:13), y compartirá las bendiciones del reino venidero, que serán también terrenales, mientras que las de la Iglesia son espirituales en los lugares celestiates en Cristo (Efe 1:3). Con esto se ve que la Iglesia no es tenida en menos que Israel, sino en más. La aplicación general aquí (para ser tenida en cuenta por todos) es que nadie rechaza impunemente al Salvador. El que tropieza en Él, queda quebrantado, y el que atrae la maldición sobre su cabeza («caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos»), está pidiendo que caiga sobre su cabeza esta piedra que le desmenuzará (v. Mat 21:44).

VI. La reacción final de los oponentes de Jesús.

1. Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que se refería a ellos (v. Mat 21:45), y que, en lo que ellos mismos habían dicho (v. Mat 21:41), habían leído su propia sentencia de condenación. Una conciencia culpable no necesita fiscal.

2. Al buscar cómo echarle mano (v. Mat 21:46). Cuando los que escuchan los reproches de la Palabra de Dios, se dan cuenta que se dirige a ellos, si no les hace bien, les hace mucho daño, pues quedan más endurecidos y obstinados. Por eso, nadie sale igual que entró a oír la predicación del Evangelio; no hay alternativa: o se sale más cerca de la salvación o más encerrados en la condenación (Jua 8:24).

3. No se atrevieron a hacerlo en esta ocasión: Temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta. Dios tiene muchos medios para frenar los intentos del mal, como los tiene para que todo redunde finalmente en honor de su gloria.

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