Apocalipsis 10:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Entre la apertura del sexto sello y la del séptimo hubo un gran paréntesis, seguido de un silencio de media hora al abrirse el séptimo sello (v. Apo 6:12-17; Apo 7:1-17; Apo 8:1). Igualmente, hubo un gran paréntesis entre el toque de la sexta trompeta y el de la séptima (v. Apo 9:13-21; Apo 10:1-11; Apo 11:1-15). Pero entre la sexta copa y la séptima no hay ningún intervalo, porque hemos llegado ya al final. Dicen los versículos Apo 16:17-21 en la NVI: «El séptimo ángel derramó su copa en el aire, y salió del santuario una potente voz que decía: ¡Hecho está! (gr. guégonen, se ha hecho). Luego se produjeron relámpagos, estruendos, truenos y un espantoso terremoto. No había ocurrido nunca un terremoto como aquél desde que el hombre existe sobre la tierra; tan tremendo era el seísmo. La gran ciudad se escindió en tres partes, y las ciudades de las naciones se derrumbaron. Dios hizo memoria de Babilonia la Grande y le dio a beber de la copa llena del vino de la furia de su cólera. Todas las islas huyeron, y desaparecieron de la vista las montañas. Del cielo cayó sobre los hombres un enorme granizo, del tamaño de un talento cada uno. Y los hombres maldecían a Dios por causa de la plaga del granizo, pues la plaga era terrible en extremo».

1. En los versículos Apo 16:8 y Apo 16:9 vimos que la cuarta copa produjo sus efectos en el sol y, de rechazo, en la atmósfera de la tierra. ¿Por qué se menciona ahora el aire? Sencillamente, porque no se trata ahora del aire como «atmósfera», sino, como opinan W. Smith, Walvoord y Davidson, del aire como «región» en la que domina el diablo (Efe 2:2; Efe 6:12). Al salir al paso de una posible objeción, dice Walvoord: «El hecho de que Satanás ha sido arrojado del tercer cielo, no significa que no tenga ya gran poder en el cielo atmosférico, que es el que aquí se considera. Está también claro en nuestra época moderna que el control del aire, también en cuanto espacio, se ha hecho más y más importante en los asuntos militares» (ob. cit., pág. 240).

2. Es la segunda vez que, en este capitulo (v. Apo 16:17), leemos: «salió del santuario una potente voz» (v. el v. Apo 16:1). Como en otros lugares, es la voz de Dios. Lo que Dios dice ahora está expresado en el original en una sola palabra: Guégonen (lit. ha sido hecho; el verbo está en pretérito perfecto, no en aoristo). La frase equivale a un «¡Se acabó!», como dice Bartina. Se baja el telón de la historia general del mundo. En efecto, los resultados catastróficos que son efecto de la séptima copa son finales, como puede verse por el versículo Apo 16:19, que resume lo que se nos va a declarar en detalle en los capítulos Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24, y por el versículo Apo 16:20, que parece ser un anticipo de Apo 21:1.

3. El superlativo cataclismo del versículo Apo 16:18 simboliza bien, como hemos visto en otros lugares, que la ira de Dios ha llegado a su consumación. Así lo hace ver (v. Apo 16:19) la frase cumulativa «la copa del vino del furor de la ira de Él» (lit.). Junto con los conocidos fenómenos que anuncian una extraordinaria visitación de Dios (rayos, relámpagos, truenos, terremoto), tenemos aquí otros especiales:

(A) Se nos dice (v. Apo 16:18) que el terremoto producido en esta ocasión será el mayor de la historia de la humanidad (cosa que no se dice en Apo 8:5 tras de la apertura del séptimo sello , ni en Apo 11:19 tras del toque de la séptima trompeta ). ¡Grande ha de ser el terremoto, cuando va acompañado de la convulsión de todo el planeta!

(B) «La gran ciudad se escindió en tres partes» (v. Apo 16:19). Los autores se muestran perplejos sobre la identidad, en este versículo, de la «gran ciudad». Bartina (ob. cit., pág. 773) se muestra seguro de que es Roma, «la Gran Babilonia» (en sentido espiritual), pues no hay evidencia de que la antigua Babilonia vaya a ser reedificada. El contexto del versículo Apo 16:19, a la luz de los capítulos Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24, apunta claramente a Roma, a la cual Dios va a dar su merecido (comp. con Apo 17:4-9; Apo 18:4-6). Otros autores, como Walvoord (ob. cit., pág. 240) y Davidson (ob. cit., págs. 330, 331), opinan que es Jerusalén (a la vista de Apo 11:8; Zac 14:4), pero los cambios topográficos que allí se efectuarán no significan que la ciudad misma vaya a ser escindida, máxime cuando va a ser el centro del reino milenario. Otros, en fin, como Bruce y L. Morris, opinan que esta ciudad es como una especie de «símbolo de la ciudad mundial» (Bruce), o que «representa al hombre civilizado, el hombre en una comunidad organizada, pero un hombre que planea sus asuntos aparte de Dios» (Morris, en Revelation, pág. 195).

(C) «Las ciudades de las naciones se derrumbaron» (v. Apo 16:19). La conjetura más probable es que se trata de las respectivas capitales de las naciones que están bajo el dominio directo del Anticristo. Mención especial se hace de Babilonia la Grande (v. Apo 16:19), ya que es la capital del imperio del Anticristo, y cuya caída veremos en detalle en los capítulos Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24.

(D) «Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados» (v. Apo 16:20. Lit.). Como ya hemos apuntado anteriormente, este versículo podría ser anticipo de Apo 21:1, aunque también podría indicar la magnitud del terremoto mencionado en el versículo Apo 16:18, elemento que ocasiona grandes cambios topográficos o, al menos, contribuye grandemente a ellos. Dichas frases tienen, por otra parte, sentido simbólico. Dice Bartina (ob. cit., págs. 773, 774): «Para indicar la inconsistencia de alguna cosa o persona, la fuerza de un castigo o la gravedad de una situación, son corrientes en la Biblia las frases alguien no fue hallado en su lugar o las islas se movieron (Sal 46:4; Eze 26:18; Eze 38:20; Nah 1:5). En la plaga del sexto sello, las islas sólo se mueven (Apo 6:14). Aquí huyen, y los montes desaparecen».

(E) El versículo Apo 16:21 menciona la caída de un granizo del peso como de un talento. El talento representa aquí el peso de cien libras, es decir, de unos 45 kilos. ¡Algo enorme! Esto nos recuerda la plaga de granizo en Egipto (Éxo 6:23-25) y en Bet-Jorón (Jos 10:11). Aun cuando bien podría tratarse de una hipérbole, al indicar el mayor peso que una persona de fuerza normal puede llevar, no puede descartarse el sentido estrictamente literal. Por el tono del propio versículo Apo 16:21, parece deducirse que esta plaga del granizo ataca las cosechas más bien que a los hombres. Dice Bartina (ob. cit., pág. 774): «La plaga de pedrisco es ya grave en sí objetivamente, porque en un momento puede asolar la cosecha de un año. Tanto más si se trata de una granizada excepcional».

4. El final de este mismo versículo Apo 16:21 nos ofrece un triste final del capítulo Apo 16:1-21: En lugar de arrepentirse ante esta demostración excepcional y, por supuesto, sobrenatural de la majestad y de la ira de Dios, los hombres odian y maldicen a Dios. «Están maduros para la ruina», comenta Bartina. Es interesante la observación de Barchuk de que estos malvados, por ser blasfemos, son apedreados por Dios conforme a Lev 24:16, pero ya hemos hecho notar que la plaga parece afectar a las cosechas más bien que a las personas.

5. Con todas estas catástrofes punitivas, quedarán demostradas ciertas verdades teológicas fundamentales: (A) El justo juicio de Dios en todo lo que acontece; (B) La salvación, enteramente gratuita, de los creyentes; (C) La intrínseca perversidad de la humanidad inconversa, la cual no se arrepiente ante ningún juicio divino, ni aun cuando le sea presentado el lago de fuego y azufre.

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