Apocalipsis 1:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Estos versículos contienen el sobrescrito o lema del libro. Dicen así en la NVI: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para que mostrara a sus siervos lo que debe suceder en breve. Y Él lo ha dado a conocer enviando su ángel a su siervo Juan, el cual da testimonio de todo lo que vio esto es, de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo . Dichoso el que lea las palabras de esta profecía, y dichosos los que la escuchen y tomen a pecho lo que está escrito en ella, pues el tiempo está cerca».

1. «Revelación de Jesucristo» (lit.) significa, en primer lugar, que es Jesucristo quien hace esta revelación, aunque también es cierto que dicha revelación es acerca de Jesucristo en cuanto al cumplimiento escatológico de las profecías que tienen que ver con su Segunda Venida. En torno a ese tema central, se agrupan, en esta «revelación», la condición de la Iglesia aquí en la tierra y, después, en el cielo; los acontecimientos que precederán a la Segunda Venida del Señor; los juicios de Dios: primero, sobre la Iglesia; después, sobre los enemigos de Dios y de su Cristo; la destrucción de los poderes que gobiernan el mundo y el reinado milenario de Cristo en la tierra; finalmente, el Juicio Final, la destrucción de la muerte, los nuevos cielos y tierra, la nueva y eterna Jerusalén.

2. De esta revelación dice Juan: (A) Que «se la dio Dios» (lit.), es decir el Padre, ya que Cristo, en cuanto hombre, poseía una mente limitada. De ahí que hubiese de recibir del Padre todo lo oculto y todo lo futuro (v. Jua 3:34, Jua 3:35; Jua 5:20-24; Jua 7:16; Jua 8:28; Jua 12:49; Jua 14:10, Jua 14:24; Jua 16:15; Jua 17:8). Esta limitación de la inteligencia humana de Cristo se echa de ver especialmente en lugares como Mar 13:32; Hch 1:7. De lo futuro u oculto sabía lo que Dios le comunicaba mediante el Espíritu Santo, que le había sido dado sin medida (Jua 3:34). Al hacerse hombre, el Hijo de Dios renunció al uso independiente de sus atributos divinos.

3. La revelación le fue dada a Cristo «para mostrar (gr. deíxai, en aoristo de infinitivo) a sus siervos (doúlois, esclavos el vocablo de costumbre ) las cosas que deben suceder enseguida (gr. en tákhei)» (lit.). «Este vocablo no indica que los sucesos descritos en este libro hayan de ocurrir necesariamente pronto, sino que, cuando comiencen a suceder, se sucederán rápidamente (el mismo vocablo griego se traduce rápidamente en Luc 18:8)» (Ryrie).

4. Añade Juan que Jesucristo dio a entender (gr. esémanen, de donde procede el vocablo castellano «semántica») dicha revelación, enviándola (gr. aposteílas, en participio de aoristo) por medio de su ángel a su siervo Juan (lit.). En último término, dicha revelación se hace en beneficio de todos los creyentes, según la bienaventuranza del versículo Apo 1:3. El griego esémanen indica, como observa Walvoord (ob. cit., págs. 35, 36), que «la comunicación de la que se habla como significada , mientras con frecuencia indica una revelación por medio de símbolos, como en este libro, incluye también una revelación mediante palabras que comunican el significado». Al decir: «su ángel», es muy probable que se refiera a Gabriel (comp. con Dan 8:16; Dan 9:2, Dan 9:21, Dan 9:22; Luc 1:26-31). Recordemos que Jesús es el Verbo (Jua 1:14) y el único Mediador entre Dios y los hombres (1Ti 2:5), y que el Padre lo ha puesto todo en sus manos (Mat 28:18; Jua 3:35; Jua 5:19.; Jua 13:3, etc.).

5. De sí mismo dice Juan (v. Apo 1:2) «que dio testimonio (en aoristo) de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, (todas) cuantas cosas vio» (lit.). El testimonio, pues, de Juan es triple: (A) De la palabra de Dios, puesto que esta revelación procede, en último término, de Dios; (B) Del testimonio de Jesucristo, pues Él es el objeto principal de la profecía (comp. con Apo 19:10); (C) En fin, de todo lo que vio, puesto que la revelación se le ha dado especialmente mediante visiones. Juan era, en esto, más bien que un nabí (profeta) o roeh (vidente), un jozeh (que tiene visiones). El aoristo eiden (vio) suple al verbo defectivo orán, al ser el aoristo de diferente raíz. Ya vimos en 1Jn 1:1-3; 1Jn 3:6; 1Jn 4:20; 3Jn 1:11 el pretérito perfecto (gr. eóraka) de dicho verbo.

6. Viene después la primera bienaventuranza de las siete que este libro contiene (v. Apo 1:3): «Dichoso (makários, como en Mat 5:3.) el que lee (participio de presente), y los que escuchan (también en presente) las palabras de la profecía y los que guardan (gr. teroúntes, tambien en participio de presente) las cosas que han sido escritas (participio de perfecto pasivo) en ella, porque el tiempo (gr. kairós) cercano (está)» (lit.).

(A) Dichoso, según la Biblia, es el que disfruta del favor de Dios y recibe bendiciones de lo alto (v. Stg 1:17). Toda bienaventuranza bíblica incluye: (a) declaración de dicha; (b) el destinatario (uno o varios); (c) el motivo; (d) la recompensa. El primero que resulta aquí destinatario es «el que está leyendo»; es decir, el que lee en voz alta la Palabra de Dios en la asamblea cristiana. El verbo griego anaguinosko corresponde así al hebreo qerá. Todavía en el siglo V, Agustín de Hipona declara su extrañeza de que Ambrosio de Milán leyese a solas sin mover los labios. Igualmente se declara dichosos a los que continúan oyendo y guardando …, según la fuerza del presente griego. Este «guardar» no es una mera «custodia» (phulássein) de un depósito como en 1 Tesalonicenses 6:20, sino atesorar algo en el interior (tereín), para sacar provecho espiritual copioso y creciente. «La profecía, dice Salguero, es una exhortación que consuela, instruye y estimula». M. Henry, por su parte, dice que «es soporte de nuestra fe y dirección de nuestra esperanza» (yo añadiría: y motor de nuestro amor).

(B) El hecho de que los dos participios («los que oyen y guardan») estén unidos por un mismo artículo nos enseña que no se trata de dos clases de personas, sino de una sola. Luc 11:28 emplea el verbo phulasso en una frase parecida. Frente a esta bienaventuranza para los que atesoran fielmente lo que se dice en este libro, está (Apo 22:18, Apo 22:19) la maldición para el que quite o añada algo. Así que todo lo que se añada a las profecías bíblicas es falsa profecía. Dice Walvoord (ob. cit., pág. 36): «El libro de Apocalipsis es el único libro de la Escritura que contiene una promesa tan directa de bendición … Parece prever que muchos habían de descuidar este libro o ignorar su revelación profética. Es extraño que el único libro del Nuevo Testamento que invoca sobre el lector una especial bendición se haya de quedar con frecuencia sin leer». Así resulta que son tan pocos los que se aprovechan de las profecías de este libro. ¿Por qué será? Tres parecen ser los motivos: (a) Es una treta del diablo, que no quiere que los creyentes se dispongan a recibir al Señor, ya que ello significa que a Satanás se le acaba su imperio sobre el mundo; (b) De parte de los creyentes, indica cierta falta de amor al que es Esposo de la Iglesia, así como (c) el apego creciente a las cosas mundanas, terrenales, con lo que echan al olvido las cosas divinas, celestiales.

(C) Al decir: «las palabras de la profecía» (v. Apo 1:3) se da a entender que todo el libro del Apocalipsis es profético. Esto se confirma comp. con Apo 22:18, Apo 22:19, donde se habla de «las palabras de la profecía de este libro» y tambien «de las palabras de este libro de la profecía». Con ello, el aspecto profético del Apocalipsis cobra una extraordinaria importancia; importancia que ya se pone de manifiesto (en v. Apo 1:3) al decir «porque el tiempo cercano (está)». La elipsis del verbo sirve como si Juan quisiera aproximar todavía más esa cercanía. Para «tiempo» tenemos kairós (comp. con Luc 21:8 «el tiempo [kairós] se ha acercado» en Mar 1:15 se ha llenado [cumplido] el kairós y se ha acercado el reino de Dios ). Es frecuente en la profecía el uso de kairós (tiempo, en sentido de sazón, ocasión, oportunidad v. Hch 1:7, donde salen el khrónos y el kairós ) para señalar períodos de tiempo (v. Dan 8:17; Dan 11:35, Dan 11:40; Dan 12:4, Dan 12:9; Apo 11:18; Apo 12:12, Apo 12:14; Apo 22:10) en este último lugar, Juan usa exactamente la misma expresión que aquí, pero explicitando el verbo estín (está) . Dice Walvoord (ob. cit., pág. 37): «Un período de tiempo indicado por kairós se ha de contrastar con hora (gr. hora) y con el tiempo en general (gr. khrónos). La expresión cercano indica proximidad desde el punto de vista de la revelación profética, no que el suceso haya de ocurrir necesariamente de inmediato».

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